martes, 24 de diciembre de 2013

Pelear

La lucha como oxígeno,
La calma como anhelo.
La sangre como río que fluye
Y corre el velo
De vivir sin anestesia,
Con dolores en el alma.
De vivir siendo valiente,
De morirse con el alba.
Y en ese acervo de matices
Que rompieron su rutina
La ves reír de lejos
Aún en su neblina.
Aún con ese llanto
Ahogándose en su mente,
La ves pelear con garras,
Sublime, persistente.
Ganar con moretones
Presentes pero nulos.
Abrir los ojos siempre,
Amar las sinrazones.
Camina lento, firme,
Segura de su fuerza.
Respira al fin la calma:
La vida está con ella. 

martes, 5 de noviembre de 2013

La loca del Corsa

No le andaba el tablero. La mina salió sin saber cuánta nafta tenía, cuántos kilómetros había recorrido ni cómo tocar la bocina. Sí, una improvisada pero muy segura. Apretó el embrague, puso primera y encendió el motor. El sudor comenzó a molestarla: los poros del bozo se le dilataron tamaño cráters, luego le brotó agua en el medio de los pechos y por supuesto, la clásica entrepierna que rogaba bajar del auto mientras el ombligo cabrío se movía al compás de un "no jodas más". Lucía desprolija, como sucia, pero era sin dudas todo producto de los nervios: se le había engrasado el pelo y le brillaba la frente, muy seductor el cuadro. Arrancó el motor y decidió arrojarse de lleno a la aventura de que la puteen sinsentido. "Cornuda!" le gritaron, y saludó con una sonrisa. "Gracias, igualmente" lanzó. "Hija de puta!" al doblar una esquina a 5 por hora y de su parte un bocinazo timidón escoltado por la mejor cara.
La marcha comenzó en Villa del Parque y continuó hasta el microcentro. Primer viaje sola. Primera salida de manejo luego de sacar el registro. Libertad. Emoción. Locura. Manejó más de 20 cuadras con las balizas puestas: "por las dudas" explicaba. Nunca había puesto tercera, con lo cual el motor chillaba cruelmente con cada acelerada rabiosa que metía al cruzar avenidas. Puso en tres oportunidades las luces de giro para un lado y para el otro sin hacer ninguna maniobra. "Bueno, no me decidía, me sentía importante porque despisté al que venía atrás". De boluda todo, pero con mucha actitud. Llegó a destino. Su amiga la estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja. "Estás lista?" preguntó feliz. "Si, vamos!". El camino de vuelta estuvo más trabado que el inicial. Avda. Córdoba no es para principiantes, mucho menos el acoso de los colectivos y los taxis. Comenzó a soltar el pico, tomó más confianza y en medio de un semáforo en verde decidió mandar a la mierda a uno que quiso pasarla. "Poné balizas, se me paró el auto"... Las balizas la acompañaron desde Estado de Israel hasta Urquiza. "Creo que no tengo nafta" decía entre risas. Su amiga desbordaba de adrenalina, la misma que sintió frente a la pregunta de si se animaba de copiloto de una inexperta. "Vencí al cáncer" contestó más segura que nunca, dejando entrever que luego de eso todo era posible.
Al llegar al final del recorrido comenzó la odisea para estacionar. Filas de autos tocando bocina y haciendo luces para pasarla mientras ella estaba pensando cómo carajo meter el auto entre dos que ya estaban. Decidió dar una vuelta a la manzana para buscar un lugar mejor. Atrás, adelante, atrás, adelante, por fin alineó el vehículo al cordón de la vereda. "Andre, el freno de manos se pone para abajo?" preguntó desorientada. "No boluda!, para arriba". El silencio las invadió a ambas. Estallaron en risas. "Vinimos con el freno de mano puesto" se la escuchó decir por ahí.
Cuenta la historia que una se creía Carola Casini y la otra Almodovar filmando la película más bizarra de su vida. Ambas disfrutaron de esa tarde como nunca antes. "Gracias por ser tan jugada" le dijo su amiga. Y ella, orgullosa de manejar como el culo, sintió una vez más que otro sueño estaba cumplido.

sábado, 19 de octubre de 2013

Leyenda de una panza viva

Al principio no entendía nada. No sabía qué decir frente a tanta felicitación de gente que casi no conocía. No se emocionaba con demasiadas cosas. Se miraba al espejo y se veía igual que siempre. Corría colectivos. Llegaba tarde y se angustiaba como si nada más importara. Se preocupaba por cuestiones de laburo. Puteaba contra los que hablaban mal de su equipo de futbol. Cantaba bajo la ducha y estaba horas pintándose las pestañas. Bailaba. Pintaba. Sentía tristeza por la gente que ya no tenía a su lado. Su rutina estaba organizada en función de las prioridades que ella había acomodado a su antojo. 
Todos los días de su vida se levantaba y tomaba mate con tostadas. Todos los días, hasta que uno en especial no pudo. Terminó de bañarse e intentó abrocharse el jean pero no lo logró. Se agachó para subirse el cierre de las botas y le resultó tan incómodo que decidió levantar las piernas, con dificultad, para poder hacerlo. Decidió probar con un café con leche para desayunar algo y las nauseas se encargaron de arruinar el intento. Cambió el jean por un pantalón dos talles más grandes y se fue a trabajar, a pesar del ayuno involuntario.
Cuentan los que saben que aquel día no corrió colectivos, caminó despacio y respiró hondo. Que se dejó invadir por la emoción y sentada en un banco de una plaza antes de llegar a la parada destino, cerró los ojos y comenzó a escucharse. Dicen que desde su panza brotaban sonidos extraños. Sólo ella los escuchaba. El volumen de su vientre había empezado a tener forma de ciruela, era gracioso verla. Flaca y con una ciruela en el medio. Una ciruela que respiraba, tenía hipo y crecía de a poco. Ese día entendió las felicitaciones exageradas. Y en un momento se la oyó decir “gracias por hacerme única”. 
La vieron levantarse del banco y tomarse el colectivo con una panza a cuestas, cada vez más grande. Varios testigos aseguraron verla rodeada de luz y con dos corazones en su cuerpo. 
Yo la vi mamá, así de simple. La vi nacer un 6 de enero con 32 años. Nació de grande, un milagro, y aún la estamos buscando porque desde que nació se perdió en los ojos de su bebé y fue plenamente feliz.
Si la ven, díganle que vuelva. Hay mucho por bailar todavía.



lunes, 7 de octubre de 2013

Entretiempos

A Andrea


Mientras caminaba trataba de ordenar la secuencia de hechos que desde hacía un tiempo la sorprendían más de la cuenta. Los meses no se sucedían para ella, se confundían en un acervo de situaciones que perturbaban el orden cronológico habitual. Entonces hoy por ejemplo no era hoy, era un fin de año donde el balance le ganaba de mano a cualquier lógica y mañana dejaba de ser primero de Enero para recuperar la pereza de la rutina. Desorden. Eso respiraba. Desorden temporal. Alteraciones emocionales. Vivencias impensadas. Noticias sorpresivas. Todo era nuevo y viejo a la vez. 
Intentó recordar desde cuándo vivía en este desorden y pudo orientar el comienzo en un hecho puntual: la enfermedad de su amiga. Desde hacía diez meses en más de una oportunidad sintió que había celebrado un fin de año sin celebrar. Había cerrado algunos pendientes. Se deshizo de cosas que guardó durante años sinsentido. Intentó perdonar a quienes nunca pudo. Se reencontró con sus sueños. Se amigó con su imagen. Tomó lecciones de manejo y volvió a leer libros. Conoció a la gente que tenía a su alrededor. Descartó personas. Sobreprotegió a los amigos. Se desilusionó. Se volvió a ilusionar. Aprendió.
Caminaba entonces intentando alcanzar el silencio imposible de lograr en una cabeza desbordada de ruidos. “Hoy es un día muy especial” leía en un mensaje de texto de su amiga. La última sesión de rayos. Otro fin de año. Otro balance. En ese instante comenzó a llorar. Una vez más, el tiempo se le había desordenado por completo.
Aquella tarde se comunicó con ella para charlar sobre la grata noticia del fin del tratamiento. “Cuando vuelvas al trabajo no pienses tanto en el laburo en sí. Observa a tu alrededor… la gente esta cambiada. Ojo, la vas a pasar genial, pero nuestras amigas están viviendo la vida de una manera súper especial, como que lo tuyo detono un montón de cosas. Es difícil de explicar; el cáncer fue un shock para nosotras y cada una a su manera decidió mandar al carajo todo lo que no le gustaba, una cosa así. Cuando vayas acordate de esto y observalas, escucha los comentarios, empezá a verlas, todo se vive al máximo. Como que se diluyen los minutos con más minutos para que cada una se atreva a hacer lo que no nos dejó durante años nuestro inconsciente” le dijo en medio de la alegría.
En ese momento ambas quedaron en silencio. Vaya a uno a saber si estaban pidiendo deseos o estaban haciendo un nuevo balance de lo vivido. Lo cierto es que un fin de año más estaba aconteciendo. Nada detendría la sucesión perfecta de hechos que se pisaban los talones para pelear más intensidad. Un fin de año antes de fin de año. Uno más de tantos. Un nacimiento sin embarazo. Una nueva vida para ambas. De eso se trataba el desorden entonces. De aprender a quererlo. De empezar a vivir. 







martes, 17 de septiembre de 2013

Aplausos para mí

Me puse el vestido con el que jugamos a adivinar las partes de la cara de Frida Kahlo, me hice un rodete como pude, me pinté y fuimos corriendo al jardín para no llegar tarde. La consigna era clara: cantar en el acto del día del maestro. Sí, maduré. Pude establecer un lazo social con las madres de los nenes que son compañeros de Lisandro en sala de 1. Pude derribar prejuicios o convertirme en una estructura de diminutivos amorosos, como quieran, pero pude. 
Ahí estábamos, alguna vestida de sol, otra de luna, y yo como cantante exclusiva del jardín. "El sol de los bigotes" fue el tema elegido para representar mientras nosotras, madres inexpertas en escena, intentábamos actuar a la altura de un Julio Chavez que dejaba mucho que desear. El acto duró 3 minutos, y mi sorpresa fue la reacción de él, mi hombre pequeño, el gran amor de mi vida. Terminamos de bailar y en medio de la emoción por unas palabras que pronunció una de las mamás, Lisandro me regaló la mejor sonrisa seguida de aplausos de pie. El único parado en el salón. El único orgulloso de mis papelones. 
Hoy gané el premio más grosso que una puede tener: la felicidad de mi hijo. Fue lejos el mejor momento de mi vida. Felicítenme, vamos, que un aplauso de pie no lo tiene cualquiera. 
Si... y claro que lloré. Imposible no emocionarme con semejante demostración de amor.



viernes, 6 de septiembre de 2013

A LA VEJEZ, VIOLENCIA

Y un día te das cuenta de que estás vieja como el orto cuando vas a la facultad, a tu querida facultad de siempre que soportó nervios, histeriqueos con compañeros, birras, parciales, finales, complicidades, profesores grossos, profesores pelotudos, profesoras sucias, profesoras fumadoras empedernidas... Ese día en el que te preparaste ansiosa como todos los años para ir a votar con nostalgia, con algo de ignorancia sobre lo que pasa en los pasillos y en las aulas... ése día, resulta que te dicen DISCULPE SEÑORA. Ajá. Señora. Yo nunca voy a ser señora, entendés pendejo insolente? Nunca. Esto que ves acá, este pliegue de mierda que tengo en las ojeras no es una arruga, es vida. Esta panza caída y culo abollado, no tienen desperdicio en la cama. Esta várice incipiente es talento en la pista de baile. Este pantalón de jean ajustado cual matambre es seducción. Este bigote es Frida Kahlo, es arte. Esta uña despintada es pasión por lo que hago. Este brillo en la frente y grela en el cuello de la camisa blanca es laburo. Y esto querido, esto *se toca las tetas* es pobreza con orgullo. Y encima de todo el Viejo Topo sigue socavando los cimientos de la vieja sociedad. Boludos.
Gracias por el espacio. Feliz votación *teje un echarpe. Se arranca una cana. Se pone Manzan en la hemorroides*

sábado, 20 de julio de 2013

Cinco llaves...

"En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.
En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente
del buen pan para las hambres del alma; y llave por...

-Llave, por llave -me dice Mario Benedetti.

Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él
llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de
cinco amigos: las llaves que lo salvaron" de Eduardo Galeano

No suelo festejar el día del amigo de manera convencional. Soy más bien reticente a las fechas impuestas, y por supuesto, a la hipocresía contagiosa de saludar a quien tal vez está en la categoría de mis conocidos pero que dista de llamarse amigo. 
Si los cuento, no llegan a diez. A los del alma me refiero. Esos a los que no les importa si los llamás todos los días, si mirás el mismo programa de tv o hasta si pensás de la misma manera. Tengo amigos que están en las antípodas de mi ideología y sin embargo, la vida me enseñó a ejercitar con ellos la tolerancia y hoy me resulta más que respetuoso saber que no piensan de la misma manera pero que por amor a nuestra amistad, me acompañarían en cada una de mis decisiones.
Tengo amigos con los que comparto mi pasión por el arte. Amigos que encontré de grande porque el dolor hace que funciones como un imán, y la alegría de saber que hemos vivido situaciones complicadas casi en el mismo momento alivia la carga. Entonces el dolor se licúa, y comienza a aflorar el disfrute de sentir que lo malo quedó atrás y hoy estamos festejando una sonrisa.
Tengo amigos tercos, competitivos, irreverentes, luchadores. Amigos que me entienden en el momento indicado y amigos que me comprenden un tiempo después, pero siguen a mi lado a pesar de todo. En definitiva, no estoy sola.
Cuando leí el texto de Galeano pensé en los años de terror que vivimos en el país y de manera casi exacta vi los rostros de mis amigos que me hubieran "escondido" en su casa. Y si, no me equivoqué al elegirlos. La lealtad de quienes hoy llamo AMIGOS es inmensa, y eso me llena de orgullo.
Brindo por los que tengo a mi lado. Brindo por cada uno de ustedes y en especial, brindo por vos Andre, que tu lucha te hace única. Admiro la entereza que aún en los peores momentos conservas intacta. 
Gracias a la vida por los que van de mi mano.

martes, 18 de junio de 2013

Frases hechas

El "contá conmigo siempre" no funciona como quisiéramos. Y como debo desahogarme para evitar crisis de nervios que deriven en la toma de medio Alplax, voy a pedirles a quienes suelen usar esta frase como muletilla cada vez que terminan de hilvanar una oración "sanadora" frente a la problemática del otro, que se la metan allí en donde no les da el sol y se secan las plantas por tanta oscuridad, suciedad y olor (?)
 

Para tolerarnos más, deberíamos reglamentar el uso de los adverbios de tiempo. A ver... El siempre por ejemplo nunca es tal. Es un a veces. Y el a veces, suele ser un depende. El depende, se transforma en un: pará, qué día y a qué hora? Allí es donde nos encontramos en la encrucijada de tener que decidir entre la acción de mandar al carajo a la persona que ofreció ayuda o bien respirar hondo.  Seguro que cuando llegás a esta instancia, ya está resuelta la situación que ameritaba contar con alguien para resolverse. Brindo por eso (???) 

Gracias a todos y a todas.

jueves, 6 de junio de 2013

Una vez



Una vez decidí compartir instantes, de esos que uno no olvida jamás en la vida. Instantes en donde el tiempo se perpetúa ante nuestros ojos y la cabeza retiene imágenes de olores, sonidos y música de manera extraordinaria. Compartí mi embarazo, mi carácter y mi manera de ver las cosas. Mi sonrisa, mi ironía, mis ganas de cambiar el mundo, mis debilidades y mis broncas. Las peleas con mis viejos y la partida de mi hermana. Mi pasión por la danza y mi ignorancia con algunas cuestiones futbolísticas. Compartí el día que parí a Lisandro. Mis dolencias de mamá. Mi llanto por lo que no logré. Mi incertidumbre por lo que vendrá. La primera papilla de mi hijo, el primer día del padre en familia y hasta mis deseos de volver a bailar en un escenario.

La cobardía de un mail tiró todo por la borda. No hubo un diálogo sino un reproche. No hubo un argumento, sino una forma de interpretar parte de la realidad.

Me prometí no volver a compartir tanto de mi vida y tan rápidamente como lo había hecho con él. Amistad le llaman. Persona que debí conocer prefiero decir yo.

A pesar de eso, y por lo vivido, feliz cumpleaños. Donde estés. 

domingo, 5 de mayo de 2013

Sietemesinas



No me gusta hablar por teléfono. Quienes me conocen lo saben. Sin embargo, desde hace unos meses empezó a ser mi única manera de comunicarme con ella. Mensajes de texto primero, pedidos de permiso para llamarla después y horas, sí, horas de conversación telefónica. Hasta que no te pasa, una no se pone a pensar cómo manejar conversaciones con una amiga que está peleando contra el cáncer. La cabeza se te desordena, no sabés por dónde empezar: cómo estás? Qué te duele? Cómo sigue el tratamiento? Viste cómo llovió? Cuándo te veo? Viste qué grande está mi hijo? Y miles de cosas que una automáticamente ordena en una simple charla, pero que yo no puedo hacerlo tan simple.

“La verdad no quiero que me den más consejos ni que me cuenten experiencias ajenas. Resulta que ahora todo el mundo tiene un pariente que tuvo la enfermedad, y a mi no me interesa saber eso. Esto es como el parto, la experiencia es intransferible” me dijo ayer mientras hablábamos, una vez más, para escucharnos al menos.

Al cortar, me quedé pensando en aquella frase. La vida es una repetición constante. Los ciclos de la vida son reiterativos, rutinarios, odiosos y asombrosos a la vez. La muerte y el nacimiento son dos caras de una moneda que no se contrarian, se complementan. Ella me explicó su pelea con la muerte a través de una acción que trae vida al mundo: parir. Me contó que perdió todo el cabello en un solo día, así de shockeante, y que quedó como una criatura recién nacida. Que tiene las defensas bajas, por lo tanto hay que cuidarla muchísimo de que no se enferme, casi igual que un bebé. Que su tratamiento dura en total casi 7 meses, y que, en este proceso de “gestación” de la cura, tiene que hacer las cosas tal cual lo dice su médico… entonces recién ahí cuando todo esto termine voy a poder verla nacer de vuelta. Sietemesinas, un parto prematuro que esperamos con ansiedad, esperanza, un mundo por delante y un volver a empezar.

Todo lo que queda es crecimiento. Así de circular. Así de difícil pero posible.


sábado, 13 de abril de 2013

Decálogo de la mujer dejada


1- Lloras. Mucho. Tanto que se te hinchan los ojos. La careteas con los demás “era un forro, ya no daba” “ahora me doy cuenta de lo bien que estoy sola” “a ver si la mina con la que está le banca el olor a pata”. Seguís llorando cuando nadie te ve. Te mirás al espejo y ves un espanto de cara, pelo y bigotes. Decidís maquillarte. Ya no llorás tanto. Te tomás las medidas: 80-110-185. Sos un triángulo. Empezás la dieta enserio.
2- Etapa de autoconvencimiento: 3 kilos bajados, soy una diosa! Salís a buscar chongos.  No estás acostumbrada a caminar con tacos, te tropezás feo. Sonreís, tenés un diente pintado y no te diste cuenta. Se te salta el esmalte de uñas con el brackets cuando intentás acomodarte el alambrecito que se te corrio. Caminas sensual mientras podés. Te gritan “mamaza, con ese culo vení a cagar a casa”. Te angustiás. No te levantaste ni a la mañana.
3- Arranca la etapa de cursos: Fotografía 1, Instructorado de Pilates con base de Reiki y Meditación Coreana, Repostería Moderna para la Mujer Fácil y Curso de Acompañante terapéutico método Violencia Rivas. No te cierra nada. Llegás a tu casa. Estás más sola que Kung Fu. Morfás dulce de leche. Te crece el culo nuevamente. Te angustiás una vez más.
4-  Salida con amigas: Momento inolvidable en el que no sólo te das cuenta de lo hecha mierda que estás, sino que la felicidad te brota porque a Vicky la dejó el novio por la compañera de la facultad, Maru está en crisis con su pareja de hace 10 años (se puso de novia en el secundario) y Flor tiene dudas sobre su identidad sexual pero no se anima a dar el paso. Toman como locas. Se empedan. Te encara un chabón. Te gusta. Comenzás a bailar. Te mareás. Vomitás. Se va el chabón. Te angustiás por enésima vez. Seguís chupando.
5- Reencuentro con tu primer ex. Lo buscaste por Facebook. Estás nerviosa. Te planchaste el pelo. Afuera llueve. Lo ves en la esquina. Está más bueno que comer pollo con la mano. Se saludan. Charlan. Se ríen. Te sentís mujer de nuevo. Se despiden. Te da un beso en la boca. Le preguntás ¿qué somos?. La cagaste, no te llama más. Hace falta decir que te angustiaste de nuevo?
6- Etapa facultativa: retomás los estudios. Conocés nuevas amistades. Te invitan a una fiesta en la casa del novio de la compañera de Semiótica de la chica que cursa con vos Historia. Vas. Te divertís. Volvés a fumar. Probás un porro. Hablás boludeces. Confesás que una vez te measte de la risa y tenías 15 años. Te miran raro. Seguís hablando boludeces. Empezás a decir el abecedario eructando. Te dejan sola porque deciden ir a bailar al patio. Te pedís un taxi. Bajoneás un pedazo de pizza que tenías en la heladera. Quedaste frita. Milagrosamente, no te angustiaste.
7- Etapa de evaluaciones médicas: hoy ginecólogo. No hiciste a tiempo a hacerte el cavado. Te afeitaste la zona. Tu ginecólogo es muy lindo. Te ponés nerviosa. Te hace el pap, la colpo y te dice “tenés un mosaico en el útero, hay que estudiarlo para descartar HPV”. Automáticamente lo puteás al que te dejó, te sentís sucia. Al final no era nada. Te jurás no coger más con nadie sin forro. Sabés que es mentira. Mientras pensás, no das más de la picazón en el pubis. La maquinita es traicionera.
8- Dia de tu cumple: te llama para saludar (nada más cruel) Se te erizan los pelos. Estabas bien, se lo contás, le decís que empezaste la facu y que conociste a un chabon (claro está, ese pibe no es real) Te felicita. Te confiesa que va a ser papá. Le cortás. Llorás. No atendés el teléfono. Rezás para que no se le pare más. No te sirve. Te visita tu mejor amiga. Se empedan juntas y terminan en el Golden asqueadas de tanto relajo.
9-  A casi un año de la ruptura, un día te levantás distinta. Salís a la calle como sin tiempo. Cantás. Sonreís. Te subís al bondi. Te preguntan “bajás?”. No sabés por qué pero decís que si cuando la respuesta debería haber sido no. Bajan juntos. El pibe entra a un cine. Lo seguís. No te gusta, pero te atrae. Terminan tomando un café. Se van juntos. Pasás la mejor noche de tu vida. Quedan en verse.
10-Volver a empezar: no te pusiste de novia con el del bondi, pero te sentís mejor que nunca. Atrás quedaron las lágrimas. Estás con tres chabones a la vez pero ninguno te enamora. La pasás bien. No rendís cuentas a nadie. Sin saber cómo, volvés a creer en el amor, y en que algún día llegará. Aprendés a disfrutar de la vida. Recién ahora, después de tanto, sos vos de verdad. 

viernes, 22 de marzo de 2013

Maní con chocolate*

Hace un tiempo volví al cine luego de un posparto que me tuvo bastante atareada. La película sugerida fue Infancia Clandestina y la elección para nada inocente. No fui a ver de qué se trataba ni tampoco porque se me ocurrió al azar. Sucede que recién ahora, a mis 33, me anoté en un proyecto para reconstruir historias de vida de aquella generación desaparecida. Desde hace un mes estoy en contacto más directo con todo esto que siempre estuvo rondando en mi cabeza y faltaba en mi praxis. No me animaba vaya a saber por qué, no quería dar el paso que me faltaba, y la llegada de Lisandro sacó fuerzas desde mis entrañas para decidirme de una vez por todas. Entonces la elección del film no fue aleatoria. Sabía que iba a exponerme a una secuencia que no pasaría inadvertida por mi vida. Después de ver la película  nada fue igual. Ni mis amistades, ni mi pareja, ni mi familia.
Contarles el final no tiene sentido porque más allá de lo que quiera decir el guión todos sabemos que el desenlace más crudo es la desaparición de los 30 mil compañeros. Y en este sentido no importa la película que sea. Sí me parece relevante destacar una escena. Es la primera vez que me pasa que un diálogo cinematográfico me interpele tanto. En el film la protagonista se encuentra con su madre a escondidas en la casa adonde estaba parando. La mamá representaba a toda la clase media que no sabía lo que sucedía en el país, pero que sin embargo, y por las dudas, tampoco se metía en cuestiones políticas. La discusión entre ellas se desencadena por los nietos de la señora, quien esbozó mencionar si se los podía llevar, ya que Argentina estaba en un mal momento y ellos, los padres militantes, los exponían al peligro permanente. Ante esto la protagonista arremetió con un desafiante “son mis hijos, no me digas lo que tengo que hacer… vos no me conoces”. La charla fue mucho más que estas palabras, pero a mí, en lo personal, me bastó escuchar hasta ahí. Las diferencias ideológicas que tengo con mis viejos se me pasaron por cada uno de los poros de la piel. Muchos de nuestros encontronazos fueron muy duros, y desde mi lugar no supe entender sus explicaciones, similares al común de los argentinos que desconocían lo que estaba haciendo el golpe. Y lo pongo en cursiva no por no creerles, sino por no comprender. Simplemente por eso.
Cuando terminó la película un llanto imparable me arrebató la voz y la frescura. Mi compañero apenas apoyó su mano sobre mi espalda pero nada me calmó. En ése instante pensé en mi hijo… y claro, en mi mamá, en el amor mutuo que sentimos y en el abismo discursivo en el que caemos en cientos de oportunidades. Pensé en aquella generación que desaparecieron, en sus pequeños apropiados, en esas madres en la búsqueda permanente y en las abuelas luchadoras por conocer a sus nietos, hoy ya de 30 y pico. Triste historia la de Argentina. Tristísima. La ventaja que tenemos hoy es el conocimiento de lo que pasó. Conocer… Ni más ni menos. Conocer Nos. Conocer detalles de quienes no están más. Conocer qué hicieron con sus cuerpos. Conocer qué se esconde entre los milicos. Conocer la lucha de los que no están. Conocer a nuestros hijos, siempre.
Todavía queda un largo camino que recorrer en materia de DDHH, juicios, memoria y verdad. Recién estamos dando el primer gran pasito, pero nos quedan muchos ovillos que desentrañar.
Así estoy, sensible y comprometida a que mi granito de arena aporte algo. Y así voy a morir: convencida de que el país que soñaron los compañeros es todavía posible.

*Vean la película y entenderán. Mañana 23 la dan gratis en la Ex ESMA a las 19.30 hs

lunes, 18 de marzo de 2013

Escuela Laica en clave de risa

Clases para niños que no están bautizados a cargo de la Madre Leila: Pedagogía de la Sinceridad, Historia, Modos de mandar a la mierda sutilmente y directos I, Pedagogía de la conchudez, Práctica del socialismo I (lo tuyo es de todos, pendejo, igual que lo mío, vos tenés mi lápiz), Portuñol (incluye conversación), Espaninglish (incluye crítica de cine), Manejo de la Ira 1, 2 y 3 (curso trimestral), Militancia de las medias para dormir, Ciencias de la detección de pelotudos/as I, Matemática Antiliberal. Talleres extracurriculares de danza aérea con maestros de Fuerza Bruta y juegos recreativos en la sala "La chancha Lilita".
Vacantes limitadas. Para más información mandar un mail con número de DNI y acertijo resuelto a mecagoenelpapa@bancoamagdalena.com.ar

miércoles, 27 de febrero de 2013

Las maestras y yo: Pavada de encuentro

Dia de miércoles no tan de miércoles para mi. Hoy tuve mi primer encuentro cercano con la institución que elegimos para Lisandro. Mejor dicho, con las maestras: Nadia y Luna, así se llaman. Nadia tiene un look muy Silvita Suller en sus comienzos, con pelo algo más corto y sin silicona, es medio cheta o aparenta serlo, tiene nariz puntuda y ojos color marrón. Amable, muy seria al hablar, y casi con un tono de voz de pito que imagino si lo eleva es capaz de romper cualquier copa de cristal sin esfuerzo. También imagino que más de un hombre que esté leyendo esto la querría conocer ahora mismo.
Luna es hija de artesanos del Bolsón, fija. Seguro que en una noche de faso eligieron el nombre entre tres que tenían en la mira: Montaña, Nube o Luna. Y quedó el último porque como había luna llena la re flashearon con que tenía cara y les sonreía... bueno, capaz que mi imaginación es muy zarpada, pero lo cierto es que Luna tiene una onda más relajada. Con babuchas hindúes y un aro en la nariz, nos resultó más acorde a nosotros.
La cita comenzó en la sala de uno. Entramos, nos hicieron sentar en las sillas de los nenes y sacaron un cuaderno para anotar la rutina del chino. Entre el botón del jean que en ese banquito se me metía obligadamente más para adentro y la verborragia de mi compañero, lo único que quería era levantarme y hacer pis. Si. Mear. La cuestión es que me aguanté bastante bien toda la reunión a pesar de los nervios.
Durante las anotaciones surgieron algunas preguntas que nos fueron haciendo y para mi sorpresa, comenzó a resultarme tediosa la exageración de mi compañero con respecto a las proezas del pequeño. Entonces, como para no perder la costumbre, salí al cruce. "Pesa unos 15/16 kg y calza 45", dijo el padre de la criatura. "No querido, disculpen, desvirtúa un poco lo que es el nene... debe pesar 12 kg, no más". Entre idas y venidas hicimos de la reunión una terapia de pareja y la competencia era ver quién lo conocía más al pibe. Cuando relajamos, la voz de mi compañero arremetió con un "no le tiene miedo a nada. O sea, el chabon se manda de una, entendés?". Ajá. El chabón. Eso se le sumó a mi contundente "baila todo el tiempo, le canto todo el día, actuamos, hacemos que lloramos y reímos a la vez"... lo cual parecía que la rutina de nuestro querido Lisandro era una comedia musical o bien que el chiquito estaba por ganarse el Oscar al mejor actor en la película de nuestras vidas. Teníamos un hijo prodigio. Se nos cagaron de risa en la cara, claro está. E hicieron bien.
En fin, no estuvo tan mal el primer acercamiento. Nos fuimos de ahí a tomar un café, sorprendidos por nuestro rol de padres, admirados por nuestro hijo... y asaltados por la actitud que nunca pensamos asumir así: la de papi y mami en un jardín de infantes. Nada más triste y tierno a la vez.
Ahora tengo conmigo una lista interminable de materiales para el martes que arranca el ciclo lectivo entre los que se encuentran un delantal, un pintorcito, una caja forrada de color amarillo con sus pertenencias y un almohadon "objeto de transición" que irá de casa al jardín y del jardín a casa.
Comienza una nueva etapa para los tres. Espero no hablar en diminutivo todo el tiempo. Gran desafío gran... y yo encima que le digo pajarito.

martes, 29 de enero de 2013

Defender la alegría...


Eran cerca de las doce de la noche y el mensaje de texto que recibí de mi amiga no me dejó dormir. "Está todo mal, Lei". No puedo borrarme de la cabeza la sensación que sentí al leer cada una de estas palabras. Estaba sola en casa, mi bebé dormía. La cabeza que no ayudaba demasiado a relajar la velocidad de mis pensamientos hacía que el tiempo fuera eterno. Los minutos se habían transformado en chicles pegajosos y babeados que lo único que conseguían era aumentar mi ansiedad. El día después de ése mensaje nada sería igual para mi. Inmediatamente comencé a pensar por qué, cómo, cuándo, y qué sigue ahora.

Cerca de las tres de la mañana logré conciliar el sueño. Entre alteraciones y angustia pasé lo que quedaba de la noche como pude. Al despertar, mucho antes de que sonara el despertador, comencé a meterme en sitios de internet buscando una respuesta a algo imposible de contestar. Sin embargo, de los miles de sitios que visité uno me llamó la atención. Decía algo así como que el cáncer es esa enfermedad que camina descalza y en silencio hasta que de golpe la Bronca, enojada porque no la encuentra en la habitación que tenemos como cuerpo, prende la luz. No se si es tan así, pero la metáfora me pareció brillante como para encontrar el paliativo a lo que se viene. La felicidad, la sonrisa, la broma y la buena compañía son curativas, al menos el humor resultó una gran terapia en mi vida sobre todo en los momentos más crudos.

Entonces pensé en mi grupo de compañeras, y frente a las palabras de nuestra amiga quien aseguraba que todo sería más difícil sin nosotras, entendí que la responsabilidad que tenemos ahora es acompañarla en lo que sea pero con la alegría más firme que nunca. Hacerla reír hasta que le duela la panza, disfrutarla, pelearla con ella.

Vienen tiempos más que difíciles, ojalá podamos estar a la altura de las circunstancias. Si la Bronca prendió la luz, yo pienso vencerla hasta que tema aparecer de nuevo. Y ahora más que nunca.

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del caos y de las pesadillas
de la ajada miseria y de los miserables
de las ausencias breves y las definitivas

defender la alegría como un atributo
defenderla del pasmo y de las anestesias
de los pocos neutrales y los muchos neutrones
de los graves diagnósticos y de las escopetas

defender la alegría como un estandarte
defenderla del rayo y la melancolía
de los males endémicos y de los académicos
del rufián caballero y del oportunista

defender la alegría como una certidumbre
defenderla a pesar de dios y de la muerte
de los parcos suicidas y de los homicidas
y del dolor de estar absurdamente alegres

defender la alegría como algo inevitable
defenderla del mar y las lágrimas tibias
de las buenas costumbres y de los apellidos
del azar y también, también de la alegría.

Mario Benedetti