jueves, 30 de agosto de 2007

Gestos...

Los gestos suelen esconderse detrás de un detalle ínfimo que muchas veces pasa desapercibido por delante de nuestros ojos. No los vemos porque naturalizamos los ambientes, nos acostumbramos a la rutina cotidiana, y cuando algo ínfimo rompe con la metodicidad diaria no nos sorprende porque lo absorbemos en nuestro automatismo. Ironías de la vida.

Una caricia, un elogio, mínimas cuestiones pueden engrandecer el alma. Una flor puede darnos la paz que siempre buscamos. Un beso es capaz de generar tanta ternura… esa que no se deja describir por inaprensible, pero que se hace sentir a través un rastro casi inolvidable.

Así vive ella. Procura regalarle cada instante de su vida porque lo ama… lo ama con la profundidad que jamás se haya conocido entre la raza humana: algo indescriptible por lo grandioso e increíble por lo incondicional. Prepara la cena todas las noches como si estuviera en presencia de un ritual sagrado… “que no falte nada”, piensa. Feliz de condimentar sus horas con delicias para el amor de su vida, espera que la puerta del departamento se abra y aparezca él con una sonrisa.

La espera en su historia ha sido una constante que nunca logró cansarla. Y digo que así vive porque aguarda un gesto que la haga sentir mujer nuevamente. Desea… Se impacienta y vuelve a empezar. Espera salir del trabajo y verlo a él en la vereda de enfrente, ansioso por abrazarla y ahuyentar la energía negativa que la opacó durante la jornada laboral.

Espera una caricia que descubra su anatomía, desafiando las leyes de la memoria, aquellas que siempre nos terminan apresando en lo mecánico, en la inercia de los acontecimientos, en el "ya te conozco".

Ruega que su hombre le devuelva el beso de cada mañana, ése que ella le da sin que se despierte. Se hunde en sus mejillas, respira su perfume y sueña que se acurruca entre los pliegos de su piel, en su cara, para mecerse cada vez que ría…

Gestos que le hagan cosquillas. Eso quiere… Disfrutar de la felicidad por estar enamorada. Escuchar un te quiero que la sorprenda y le quite las ganas de dormir. Llorar, pero de emoción.

Quiere sólo un gesto… para renovar su amor y seguir en la eterna complicidad que la une a él.

Imagen: WEB

viernes, 17 de agosto de 2007

En ausencia de besos

El pedido se transforma en súplica y en muchas oportunidades salpica de incertidumbres mi presente. Entonces decido callar, masticar la bronca que me aprieta la garganta y secar mis lágrimas antes de que broten a la luz. Con vos a mi lado, feliz de poder verte sonreir cada mañana al despertarme, o de observarte caminar por la casa... una vez más llena de tu cuerpo, tus manías y actitudes, pero en ausencia de besos. Arisco por naturaleza, a veces no creo que lo seas sino que lo aparentes... por qué conmigo entonces?

No pido más que un beso para curar las heridas que arrastré durante años, para aquietar los movimientos bruscos de una soledad que acecha a cada paso que damos, que quiere dar el manotazo y quedarse con alguno de nosotros... un beso que me endulce los labios y entibie mis pies en las noches. Que me acaricie el pelo mientras duermo y vele por mis sueños. Que me abrigue, me alimente, me de fuerzas para caminar, energías para correr, calma para pensar y pasión para seguir enamorándome de vos.

Hoy leí en Página 12 un artículo sobre la importancia de los besos y su relación con el amor. Cómo explicarte lo anacrónica que me siento por ser tan romántica. En el texto citan un verso de Neruda que me atravesó por completo: "En un beso sabrás todo lo que he callado"... ni siquiera me das la oportunidad de transmitir sólo una milésima parte de lo que te amo. No me dejás actuar, me anulás los movimientos con un abrazo y aún así, me hacés estremecer.

Sólo necesito dejar de estrangular lo que siento. No te imaginás lo increíble que es para mi perderme entre tus labios... Ojalá puedas comprenderme.

Imagen: WEB