sábado, 29 de septiembre de 2012

De como caretear una sobreprotección desmedida

La decisión está tomada: Lisandro el año que viene empieza el jardín. Como buenos primerizos que somos y con la ignorancia del caso, una vez más la pediatra, la Virginia Lagos de los niños, la voz autorizada, nos ganó la batalla. "Mis dos hijos fueron al jardín Con-Vivencias, y la experiencia fue espectacular. Hacen pan, les enseñan a hacer piruetas en la colchoneta, van con su joggincito (no podía faltar el diminutivo)... por qué no llaman?". Fue así que ayer asistimos a nuestra primera reunión en un jardín de infantes. Salí de mi trabajo echando humo, a las corridas, desesperada por llegar a horario y como siempre llegué 15 minutos más tarde de comenzada la reunión. El lugar es una gran... no, perdón, GRAN casa reciclada para colegio, divina, con muchos colores, rejas, obvio (la inseguridattttt), cartulinas y olor a niños. Me encontré con un grupito de madres/padres inertes frente al power point que presentaba a la institución. En medio de todos ellos estaban los dos: Lisandro, de ojos renegridos y chupete saltón, y el padre, ambos despeinados, con actitud sospechosa para la comunidad seguramente, casi con postura marxista sentados atrás de todo como corresponde. "Por eso te elegí" pensaba mientras lo saludaba a mi pajarito desentendiéndome del resto. Escuchamos la propuesta sin dejar de llevar todo a nuestros límites, a nuestra forma retorcida y adorable de ver las cosas. En un momento, la señora que nos explicaba las pautas del lugar con el afán y la pasión de un compañero que te dice las 20 verdades peronistas, nos cuenta que "los chiquitos hicieron una mini empresa. Los llevamos a la panadería más cercana, les enseñamos a tomar roles, y entonces uno se puso en el papel del panadero, otro en el del que está atrás del mostrador, otro en el del delivery, y blablabla". Automáticamente mi cabeza no dejaba de reproducir la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo y en un arrebato de ira me contuve de gritar tirándome de los pelos "Y EL PATRÓN???? EH??? QUIÉN ERA EL PATRÓN????!!!!!"... Pero ya ven, la terapia me está conteniendo bastante. Luego de la presentación recorrimos el lugar... Una de las madres que nos acompañaba era china. Si. China. Y no dejaba de observar a nuestro León. No le dijimos nada porque no nos dio la confianza pero realmente nuestro hijo es vietnamita o algo así, era igual a esa mujer.
Finalizado el recorrido, nos saludamos con la señora del jardín quien mirándome fijo pronunció lo que no debía "disculpame, te lo deben haber dicho... sos igual a Agustina Cherri... sos la hermana?"... mi compañero, fiel a su estilo, le contestó que sí, que él es el hermano gemelo de Gastón Pauls y que estafamos gente. Risas. Sudor de mi parte. Verguenza. ACV. Muerte. Bueno no, pero no sabía adónde meterme.
Llegamos a la conclusión de que más allá de las diferencias que vamos a tener con todas las instituciones, aún así las públicas, no podemos formar a un anarquista desde tan pequeño. La reflexión de mi compañero fue "que se haga anarquista de grande"... Y bueno, tendremos que asumir que nuestro pequeño pajarito está creciendo.
Así que amigos, el año que viene, mi bombón irá al jardín. Abrácenme. Quiéranme. Necesito contención. NO QUIERO QUE CREZCA, NO QUIERO QUE SOCIABILICE, NO QUIERO QUE TENGA NOVIA, DOCTORRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR! *convulsiona. Se mama con Amarula. Ríe a carcajadas. Se corta las venas con un grisín. Fracasa. Se deprime*

jueves, 9 de agosto de 2012

Apariencias


No quisieron educarme para fingir. Tampoco para ser infeliz. Sin embargo desde las revistas que se consumían en casa hasta los programas de TV con los que me crié se construyó una imagen de mujer que caló hondo en mi generación y lo sigue haciendo. Mujeres esbeltas, perfectas de piel, súper delgadas, profesionales, amantes, exitosas, comprensivas, buenas cocineras, y por supuesto para ser completas, madres. Las exigencias nos marcan el paso, y nosotras en más de una oportunidad, como idiotas, las intentamos cumplir a raja tabla. Caemos en el cliché del “quiero superarme” cuando en definitiva lo que no podemos superar es un desamor que nos viene consumiendo las ganas de todo desde hace casi un año.
Con el tiempo aprendí a zafar de los estereotipos y pude ver que mi cuerpo tiene su encanto. Me costó pero pude descubrirme tal cual soy, sin preconceptos ni rótulos que me ubicaran en algún lugar de moda. Supe elegir amistades, descartar otras tantas, comprender que si un tipo te dice que entre un hombre y una mina únicamente puede haber sexo es simplemente porque es un débil mental. Entendí que “hablar” de cuestiones delicadas por mensaje de texto no existe, o arreglar situaciones sentimentales por chat es precario de luces, por decirlo de alguna manera. Luego de años de terapia volví a creer en aquello que las vueltas de la vida me había quitado: mi inocencia. Y ser inocente es sinónimo de autenticidad. De nobleza. De sinceridad. Por eso no sé tapar lo que me molesta, me fastidia o sonreír si estoy enojada. 
Fingir es sinónimo de simular, aparentar, representar, suponer, hacer como que, entre otros conceptos. En definitiva es mentir. Una de las cosas que valoro de mis decisiones es haber alejado a quienes fingieron conmigo. Vaya a saber adónde lo aprendieron y por qué en su momento los elegí. Dicen que quienes comparten la vida con nosotros son espejos que pueden arrojarnos una imagen que nos agrade o nos disguste. En fin, aquello que en su momento me hizo mal y no me gustó, hoy ya no está a mi lado.
Creo que el secreto es ese: respetarse. Morirse como uno vivió. Ser coherente. Pelear por lo que uno quiere y hacerse cargo de lo que hace, en todo sentido.

Natalia deja de escribir. Se pierde en sus pensamientos. Quiere llorar, está angustiada, pero logra salir un poco de esa situación pensando en lo cobarde que fue Sergio. Toma agua e intenta relajarse.  Enciende la radio. Ya nada volverá a ser como antes. No hay vuelta atrás, lo sabe. De fondo, como un telón que marca el fin y el comienzo de algo, se escuchan los versos de la canción “El necio”. Natalia canta.

"Para no hacer de mi ícono pedazos,
Para salvarme entre únicos e impares,
Para cederme un lugar en su parnaso,
Para darme un rinconcito en sus altares.
Me vienen a convidar a arrepentirme,
Me vienen a convidar a que no pierda,
Me vienen a convidar a indefinirme,
Me vienen a convidar a tanta mierda.
Yo no se lo que es el destino,
Caminando fui lo que fui.
Allá dios, que será divino.
Yo me muero como viví,
Yo me muero como viví"

viernes, 15 de junio de 2012

Efervescencia


Volver a apasionarse a los 33 no es moco de pavo. Al menos para mi y con este rol de madre primeriza que abarca todos mis espacios, es un logro sentir que más allá de mi hijo me siguen movilizando las fibras más íntimas otras cuestiones. Así que me dejé llevar: el miércoles por la tarde me desvestí con cierto temor y me puse las famosas medibachas negras (me reuso a llamarlas “Panty”). Me probé la malla que por suerte me quedó bien, la remera de siempre y un jogging. Comencé a peinarme suavemente mientras los nervios iban expandiéndose desde mi panza hasta los pies. No recordaba cómo se hacía un rodete. Cuando era chica, la maestra se había tomado varios minutos en explicarme que un buen tocado es aquel que por más saltos, piruetas y caídas no se desarma jamás. Esa frase me persiguió durante toda la infancia, y en el afán de querer tener el pelo lacio, de chica me lo estiraba hasta que mis ojos quedaban achinados, lo sujetaba con una tira elástica y procedía así al armado del rodete. Esta vez no lo hice. Creo que ni siquiera me peiné. Agarré el mote de pelo, lo enrulé como pude y terminé el ‘peinado’ con un broche.
La hora se acercaba. Miré al bebé que lo dejaba en manos de su abuela paterna y me dije “vamos, llegás tarde”. Es increíble sentir que adentro tuyo conviven miles de personas. Ganándole a las ganas de quedarme a hacer de madre, me fui a ser bailarina clásica.
Las piernas durísimas y pesadas, los dedos acalambrados, los brazos y panza algo fláccidos, nada impidió que disfrute de mi baile. Ahí estaba de nuevo la pasión a flor de piel. El esfuerzo por recuperar la elongación, el eje en las piruetas, las posiciones elevadas con las piernas, eran apenas lo mínimo que podía hacer entre tanta excitación. Lo demás ni lo pensé. Me entregué por completo a la música y dejé que mi cuerpo hiciera lo que ya sabía desde hace años. En cada paso que me costaba lo escuchaba a mi hijo alentándome a seguir, entonces bailaba para él.
Terminé la clase exhausta pero absolutamente plena.
Al caminar hacia mi casa pensaba en el paso del tiempo y en lo que genera apasionarse con los años. Y recordé aquello que alguna vez leí sobre la militancia de los ’70: "...Confiar como sólo se confía en un compañero/a al que además se respeta, con el/la cual se comparte un objetivo que trasciende lo individual. (…)Saber que cada encuentro podía ser el último antes de una separación quizás definitiva y, simultáneamente, suspender el tiempo y olvidar lo inmediato. Inscribir una huella de placer en cada centímetro de la piel amada, anticipándose (…) era una jugada deslumbrante que no necesitaba ningún aditamento para que la intensidad fuera máxima..."[1]. Quizás les parezca exagerado, pero esa frase me recorre las entrañas cada vez que la leo. Me estremece hasta el último aliento porque considero que eso fue lo que más encandiló a nuestros compañeros de aquella época: la capacidad de manejar el tiempo y la intensidad con una irreverencia adolescente que los hacía tan prepotentes como adorables.
Lógicamente las sensaciones son incomparables, pero el miércoles me sentí un poco prepotente con la vida. Y por supuesto esto es uno de los pilares fundamentales que va a aprender mi bebé Lisandro: a ser irreverente con lo imposible, pasen los años que pasen y cueste lo que cueste.  


[1] Alicia Stolkiner. Psicóloga, especialista en Salud Pública. Profesora Titular regular de Salud Pública/Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires y Profesora Titular  del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús.

martes, 1 de mayo de 2012

Diez consejos útiles para mujeres irresistibles (¿?)


1) Cura vegetal: Tome una berenjena negra y respire hondo. Elévela hacia el cielo y repita en voz alta “Berenjena Ajena, Bergamota rota”. Baile una de Sandro con los ojos cerrados dejando reposar la berenjena en su pecho. Luego ponga el vegetal en una silla y siéntese sobre él haciendo movimientos circulares con su cola. Espere a que suene el teléfono. Recibirá una propuesta sexy. No falla!

2) La dejaron plantada? Tranquila. Hierva dos huevos por el tiempo de 10 minutos. Una vez fríos, pélelos y métaselos enteros en la boca, de lado a lado de sus mejillas. Mírese al espejo y repita incansablemente “Massachussets!” sin romper los huevos ni escupir. Luego tráguelos sin pestañear ni morderlos. Sonría. La vida es hermosa.

3) Si siente que nada le sale como quiere, siga este consejo: Vaya a trabajar con el pantalón que no le abrochó. Coloque a la altura del botón un cartelito de cartulina que diga “Qué mirás? Te debo algo?”. Sacuda las caderas todo el día. Si le preguntan qué le pasa, diga que tiene el culo lleno de preguntas y que se las quiere sacar de encima. Sea feliz.

4) Receta para rejuvenecer el ombligo: Si lo tiene feo y arrugado, úntese la panza con aceite de oliva. Espolvoree con orégano y sal. Coloque tres rodajas de pepino alrededor. Complete con una zanahoria entre las piernas y haga sentadillas. Respire por nariz y exhale por ano. Repetir cinco veces la secuencia durante el día.

5) Todavía no aprendió a manejar? Siga adelante. Quite los espejos retrovisores para no sentirse observada y lleve siempre un cartel que diga “Seguime si podés”. Toque bocina desde que pone primera y utilice las luces de giro solamente para marcar el compás de una canción. Si la putean, salude con el cartelito, siempre sonriendo. Vaya en zigzag. Saque una teta por la ventanilla para dejar sin palabras a quienes la peleen. Diviértase!

6) Noche loca de viernes: Mire 100 veces los videos de Madonna. Baile. Tóquese los pezones. Frótese las nalgas. Ponga en un bol harina, huevos, manteca y azúcar. Bata todo al compás de Vogue. Cocine en horno moderado. Ya sabe hacer y ser una torta estrella. Beba un litro de whisky. Tosa y diga 33. Fúmese un choclo. Disfrute.

7) Relaje su rostro. Lávese la cara con aceite de atún. Coloque en sus ojos dos tapitas de gaseosa y decore sus labios con jugo de remolacha. Deje actuar por una hora. No se enjuague. Camine sensual hasta el cuarto y dígale con vos amable “soy tuya” sin dejar que las tapitas se caigan de sus ojos. Desnúdese.

8) Llegó el invierno! Deje la zona del mentón en libertad. Decore su barba con algodón blanco. Siéntase Mamá Noel. Si la miran raro sonría sin el diente postizo de adelante. Abrácese mientras camina

9) Si tiene gases no disimule más. Ventile la zona con polleras sueltas, camine con ritmo escuchando las palabras que su cola quiere balbucear. Siéntase segura de sí misma. Deje que su totó responda por Ud. Largue una carcajada al viento. Pedorree la vida.

10) Sea compinche de su pareja. Rásquese las bolas imaginarias, eructe y luego orine parada. Mire todos los partidos de futbol de la fecha. Grite “puto, eso fue falta la concha de tu madre!” mientras se rasca la axila. Mantenga todo el día un escarbadientes en la boca. Suéltese el pelo en los entretiempos y pase la lengua por sus labios. Sedúzcalo. No la dejará jamás.

viernes, 6 de abril de 2012

Experiencias de madre primeriza

Decidí hacerle un diario a Lisandro con algunas de las experiencias más relevantes que tuve tanto emocional como empíricamente. Diviértanse. Tengan a bien entender que el puerperio me hace escribir de manera visceral con lo cual hay términos soeces que resultaron imposibles de contener.
Bienvenidos a mi nuevo mundo:

29 de febrero 2012
Día clave en nuestra vida: luego de un mes, visitamos a la pediatra. El resultado fue óptimo: la criatura pesa 5.350 kg y mide -agárrense- 59 cm!!!! Es largo el guachín. Nos dio el ok para raparlo aunque ella prefiere que le crezca el pelopasto como viene. El bebe se portó como siempre: tomó la teta cada 15 minutos en el consultorio porque no quería dormir (eso lo hace siempre que tiene sueño, divertidísimo para mi) y ante mi cara de estropeada por venir durmiendo tres horitas por noche a causa de sus cólicos y de que duerme sólo con mi teta de chupete, la doctora me dijo: a partir de hoy, comienza el despegue de Lisandro de tu cuerpo. Lágrimas, temblor, sensación rara... La miré con odio. Luego me ubiqué y supe que no era una enemiga sino una profesional de la salud. "Tiene que aprender de a poco a dormir sin tu teta, si querés que duerma con vos, adelante, pero sin tu teta. Le comprás otra marca de chupete, vas probando, lo entretenés, pero dos horas como mínimo es el tiempo que él debe tener para prenderse a vos. Si luego de las 21 horas me decís que te toma la teta cada 15 minutos es imposible que produzcas leche". Está bien. Entendí. A eso se le sumó una mamadera de Nutrilón por las noches. "El bebé tiene que dormirse a una hora determinada, eso es aprendizaje. Un señor llamado Jaques Lacan dijo alguna vez que ningún padre está a la altura de las circunstancias, bueno, todo lo que vos hacés está perfecto, solo que se suman algunas cositas para aprender. Los hijos que no demandan o que no hinchan es porque no tienen a quién hacerlo, tienen padres que seguramente no les prestan atención. Ustedes están haciendo un buen trabajo". 
Cuando nos fuimos, con todo el dolor de mi alma le compré otro chupete... y parece que le gusta. Oyeron? LE GUSTA *tiembla de nervios y comienza a sudar frío. Se clava un vaso de agua con un anticonceptivo y comienza a llorar. Se pega dos veces la cabeza contra la pared...*
Comienza una nueva etapa para ambos. Intentaré hacerlo dormir en su cunita sin que llore ya que no estoy de acuerdo con el método de mierda famoso del "duérmete niño" -por suerte la pediatra tampoco- y trataré de entender hijito que ya no estás adentro mío sino afuera. Bienvenido a crecer Lisandro.
Bienvenido primer dolor de madre "destetada".

2 de marzo 2012
Segundo día que mi chinito duerme en la mecedora al lado de nuestra cama por cinco horas seguidas y no llora. SEGUNDO DÍA! *se emociona mientras toma un mate que le quedó preparado de ayer a la mañana, acompaña con una milanga que sobró de la cena untada en dulce de leche. Comienza a reir con la boca llena y escupe el teclado*
Ahora duermen mis dos hombres mientras desayuno. Es un muy buen momento para pensar por qué mierda Sibarita es tan rica *sigue tomando el mate frío. Recuerda que ayer también le sobró un poco de cerveza sin alcohol. Brinda sola y le pone cerveza al mate. Volverá a terapia, sabe que debe volver*

3 de marzo 2012
Volvimos de la peluquería cual Su Gimenez: re cancheros! (?) pero no boludos, ojo. El local está en una esquina, tiene asientos de avioncitos y autos, una suerte de laberinto en el cual los chicos pueden jugar, golosinas por todos lados y mientras les cortan el pelo a los pibes, ellos pueden mirar una tele que está en el mostrador y jugar a la play. Sí, posta. Yo entré y me quedé muda. La chica que me atendió preguntó "tenías turno?", mi respuesta fue "si, pero se me pasó porque le tuve que dar la teta en el camino". Claramente un detalle que no importaba, pero para mi era relevante. Me atendió un peluquero especialista en corte de bebés (?) y me dijo "lo rapamos, no? tu marido tiene este cabello? Mi cielo, vino con gorro"... bueno pelotudo, cortale y ya. No se lo dije pero lo miré medio mal. El chino quedó hermoso con su nuevo corte: descubrí que tiene cuero cabelludo!!!! Y además, un poco de cuello. Al pagar, la chica me dio el vuelto con una bolsa de caramelos. Les juro que nunca pensé que existían este tipo de locales.
El padre de la criatura no está conforme con el look "se parece a vos ahora" me dijo. No sé cómo tomarlo, si es porque parezco una luchadora de sumo con el mondongo que me quedó o porque de no dormir estoy cada vez más china...

16 de marzo 2012
Lisandro tuvo su primera fiebre. Desde el miércoles hasta hoy estuvimos enloquecidos entre baños de inmersión, Termofren, termómetros, nervios, insomnio y pediatra. El bebé llegó a tener picos de 38.8º, con lo cual decidimos llevarlo al Hospital Alemán para que lo vean. Allí le realizaron placas de tórax, análisis de orina y de sangre. Con respecto a estos últimos, tuve mi primera incontinencia verbal: la enfermera lo pinchó tres veces porque no le encontraba la vena, Lisandro estaba en un grito. La miré fijo y le dije "un pinchazo más y me lo llevo". Ella cedió su lugar a un enfermero. El tipo vino, me miró fijo, lo miró al bebé y me dijo "cantale para que se calme"... mi respuesta fue "cuando le dejen de romper las pelotas se va a calmar". Amorosísima. Dulce. Diplomática, como siempre. Le pinchó la mano e intentó ponerle una guía. Exclamé con énfasis "ni se te ocurra!, me dolió una semana la guía que me pusieron en el parto". El enfermero pudo sacarle sangre y se fue raudamente sin emitir sonidos. Con respecto al pis, Lisandro estaba pachorra y no meaba. Tres horas sin orinar. La enfermera le colocó un paño helado "para estimular la vejiga". La puta que te parió, estimulate el orto... ojo, lo pensé. No dije nada. Me porté bien (?)
Por suerte hoy mi chinito está mejor. No tuvo picos de fiebre y duerme plácidamente. Sé que tengo que volver a trabajar mis impulsos, pero si alguien más lo toca lo cago a patadas *toma un vaso de agua con un Paracetamol y se mete un alfajor entero en la boca. Dice "Massachussets" y escupe el teclado. Canta. Enloquece*

24 de marzo 2012
Me desperté nerviosa y conmovida... hoy es un día muy especial: se cumplen 36 años del horror más grande de la historia argentina. Apenas voy a cumplir 33 y con un hijo de dos meses y medio voy una vez más a la histórica Plaza de Mayo, refugio del dolor de madres desesperadas, de luchas continuas y reclamos sociales. Un lugar que marcó mi vida más que nunca desde aquellos días 19 y 20 de diciembre en donde todo parecía estallar. Me emociona que Lisandro venga con nosotros. Ya no está adentro de mi panza y sin embargo, sigue sintiendo lo que pasa en mis entrañas... hoy se despertó y me regaló una sonrisa cuando le dije suavecito "vamos a cantar 30000 compañeros presentes, querés?". Ni bien terminó de sonreír se me llenaron los ojos de lágrimas... y entonces entendí que siempre va a ser así, como cuando nació: él va a estar enseñándome a vivir mientras yo lloro por entender lo grandioso que es crecer a su lado.

31 de marzo 2012
Tengo un desperfecto técnico en la azotea. Es sabido. El asunto se agravó con la llegada del bebé que me desarma de amor y me rompe la cabeza, además de no dejarme dormir. A poco de cumplir 3 meses de vida manifiesta su personalidad como pocos: llora cuando apenas está sucio, se enoja con mi pezón cuando no sale leche y lo muerde con sus encías, pellizca codos cuando está en brazos boca abajo, balbucea cuando mira la tele, no quiere dormir la siesta y no se banca el chupete. Su carácter poco dócil y las patadas que dulcemente (?) me da en el pubis cuando quiero que haga el famoso "provechito" y él no quiere, me hacen pensar en cómo mierda voy a hacer para lidiar con semejante "creatura" que nos mandamos. Y me digo "si yo soy sencillita, y el padre también, no cuestionamos nada, no rompemos las pelotas, no somos contradictorios, por qué tanto carácter???" *se toma cuatro Paracetamol con H2O de lima limón y se abrocha un pañal en la cabeza a modo de sombrero. Se acuerda de que hace 30 minutos está hirviendo una mamadera. Apaga la hornalla y se pone la tetina de naríz*

3 de abril 2012
Creemos que la pediatra está obsesionada con saber a qué se dedica mi compañero. Durante el verano, cada vez que íbamos juntos en los horarios que nos daba (siempre entre las 15 y las 17), resaltaba el valor de que me acompañe con su licencia para alivianar mi trabajo de mamá. Fueron pasando los encuentros y en uno de ellos la mina lo encaró de una: Vos todavía no volviste a trabajar??. La respuesta fue dudosa... un 'ni' que no quedó en claro, hasta que le dijimos que estaba dando clases en un colegio y que podía ajustar horarios. Los dos coincidimos en no decir que estaba rosqueando para conseguir algo en el Congreso... y ante la persecuta que tenemos (somos re normales nosotros) tampoco contamos nada de nuestras ocupaciones.
A todo esto vale aclarar que la pediatra que elegimos es también psiquiatra infanto-juvenil, una suerte de Virginia Lagos de la medicina, así como contenedora pero no boluda (?), se entiende? Hoy fuimos a control, 15 horas... y ante la presencia de mi compañero la doctora le dijo con tono amable: a ver, contame cómo es esa vida???... nos reímos al instante, volvimos a sarasear y Lisandro en medio de la charla se cagó enormemente a upa del padre. Lo manchó, se rió y una vez limpio, le meó la balanza a la doctora (zafó el fichero). "Nuestro pequeño nos defiende" pensé, y me sequé el sudor de la frente de la vergüenza que tenía.
En fin, el Leoncito de la casa pesa 6.350 kg y mide 62 cm. Hola espalda, qué te pasó que estás tan hecha mierda? *a veces se brota y habla con diferentes partes de su cuerpo. Al culo no le habla, lo mira y llora*
Debemos volver en mayo. El pequeño está creciendo sano y fuerte. Al despedirnos la pediatra nos dijo "al menos comprobé que hace bien caca y tiene un buen chorro". Lindo, fino, con clase.
Nos fuimos tentados e imaginando que la próxima vez le vamos a contar la verdad: somos narcotraficantes y nos estamos escapando del FBI... Yo contrabandeo flotadores y mi compañero un ombligo saltón. Veremos cómo reacciona...

6 de abril 2012
Felices tres meses hijo! Noventa días de oxígeno para mi, de vida. Gracias por hacerme sentir tan especial.

martes, 28 de febrero de 2012

Bendito posparto...


Transitar el puerperio con las tetas rotas no es pavada. Quienes me conocen saben perfectamente que me torné reiterativa con el tema, pero es un dato relevante que muchas mujeres deben saber. No siempre sucede, los organismos y los cuerpos de cada una de nosotras son diferentes, pero así como me pasó a mí puede pasarle a cualquiera. Ver que de tus pechos sale leche es una revolución;  pero ver que además tenés grietas en los pezones que sangran cada vez que tu hijo mama, hace que la realidad se transforme en una pesadilla hasta que se curan las heridas.
Durante este período tan especial todo irrita. No solamente las tetas: el llanto del bebé que terminó de tomar y una no sabe por qué carajo llora; los consejos de madres que insisten con que tiene hambre; los llamados inoportunos justo cuando el niño logró dormirse; las visitas inesperadas; los retos por estar malcriando al bebé; las miradas al mondongo que te quedó luego del parto;  la libertad de tu compañero para salir y/o tomar alcohol y/o fumarse un cigarro; etc.  Los días se convierten en una rutina digna de ser vista: horarios para bañarlo, para ponerle música, para sacarlo a pasear… jamás fui tan organizada como en este momento. Ahora bien, una vez que pasa la famosa cuarentena y una acomodó más o menos la nueva etapa, se viene la hora de volver a ser mujer. ¿¡Para qué!? Explicame por favor porque así estoy bien… Para qué tener sexo si tu vida es dormir dos horas, alimentar al crío, sacarte leche si duerme de más, bañarte cuando puedas, depilarte si lográs acordarte de sacar un turno, mirar embobada a la criatura sin importarte un carajo la hora de cenar o almorzar y no tener la libido cuerda. No exagero. Para nada. Lo cierto es que, dejando la tragedia teatral de lado, volver al ruedo no es tarea fácil y a la vez, es totalmente necesario para el bienestar mental de una. Al menos yo lo entiendo así en mi realidad. La maternidad desacomodó cada una de mis estructuras a tal punto de no saber ni siquiera en qué día vivo. Es una mezcla de sensaciones y contradicciones que resultan imposibles de describir. Entender que tu cuerpo fue el hábitat ideal para la persona que hoy crece fuera de vos es muy complejo. La responsabilidad que implica criar a un hijo, el amor indescriptible que te genera son claras muestras de lo difícil que es concentrarse en la figura de mujer que quedó relegada vaya a saber dónde. Son pocos los hombres que intentan comprender las reflexiones de este momento, los ataques, los llantos o bien las risas desmedidas que brotan sin motivo. No estoy loca –al menos no en el sentido más estricto… bah, eso creo-. Los diálogos se tornan hasta bizarros en el puerperio, a saber: “Amor, podés cuidar al bebé que me estoy meando?”. Decime en qué parte quedó la sensualidad y la seducción. O bien: “Podés creer que se me puso dura la teta? Tenelo un segundo que me voy a amasar al baño a ver si me afloja” “No te puedo creer, se cagó de nuevo!”… Estos son sólo algunos ejemplos de lo duro que es volver a guadar las formas…
No es mi intención cerrar este descargo con un remate espectacular, pero para que el género masculino entienda sólo un poco más sobre el puerperio o bien a qué se asemeja les digo que es como un pinchazo en el escroto con una aguja de tejer. Así de cruel. No sé cuánto dura ni cómo se va, pero hay que transitarlo. Y lo mejor que puedo hacer para eso es empezar a encontrarme en medio de toda la alteración hormonal que me armé. Así que gente, emprendo mi búsqueda. Sepan comprender mis reacciones y/o puteadas desmedidas. No me justifico, sólo aviso… y el que avisa no traiciona ;)
Gracias por la paciencia. 

lunes, 6 de febrero de 2012

Parir (me)



Impaciencia. Eso describía mi estado general durante los primeros días de enero. Hace un año atrás para esta época mi cabeza no dimensionaba la expansión de mi vida a través de un hijo. En verdad, no era un objetivo primordial ser madre aunque en varias oportunidades lo imaginaba. La terapia ayudó bastante al proceso de aceptar el deseo y desafiar a las propias fantasías que giraban permanentemente alrededor de la maternidad. A medida que iba explorando mis ganas y contradicciones más ahondaba en aquel deseo tan oprimido, estrangulado y boicoteado por mi magnífico inconsciente consciente. Fue así que un 14 de mayo de 2011 el análisis que decidí realizarme en casa marcó las dos famosas rayas que anunciaban la llegada del nuevo integrante. Recuerdo que en aquel instante, en medio de un bajón de presión, mi mente quedó en blanco y comencé a sentir un miedo que invadió todo mi cuerpo, subió por mi estómago y llegó hasta la garganta anudándome las ganas de hablar. Tenía terror. Es que iba a ser mamá: hecho maravilloso e inimaginable para mí.


El embarazo transcurrió tranquilo. La curiosidad por conocer al chiquito que me acompañaba iba creciendo junto con él. Supimos que sería varón y en ése mismo momento su nombre apareció entre nosotros: Lisandro estaba en camino.

El fin de la dulce espera se anunciaba para el 15 de enero, aunque en varias ecografías el tamaño y peso de la criatura presagiaban un posible adelanto de la fecha. Y como no podía ser de otra manera, el niño heredó la ansiedad de los padres...

Durante la madrugada del 6 de enero mi panza se movió más de lo habitual. La rutina por aquel tiempo era caminar con mi compañero por las calles de Devoto durante la tarde, cenar y quedarme hasta altas horas en Twitter para que la noche se me hiciera más corta. Fue así que a las 2.30 AM de aquél caluroso viernes de reyes me acosté sin sueño y pensando en el cambio de luna que se avecinaba. Una contracción muy fuerte me alteró alrededor de las 4.30 de la madrugada, y cuando terminó el dolor sentí que mi vejiga ya no soportaba más el peso de la panza, con lo cual, comencé a mojarme. No fueron mis ganas de hacer pis las que me asaltaron sino que mi bebé había roto la bolsa en la que estuvo durante 9 meses adentro mío.

Los nervios aparecieron pero no fueron impedimento para lograr mi objetivo: disfrutar de su llegada a pesar de los dolores. Las contracciones se hicieron presentes cada cinco minutos, y al llegar a la clínica sentía en cada paso que daba la presión que Lisandro hacía sobre la pelvis para salir. Eso me provocaba ternura y desesperación a la vez. Todo salió como lo soñé desde el instante en que me enteré que estaba embarazada: mi hijo llegó a la tierra en 28 minutos. Tres pujos y él estaba conmigo.

Me pasó que cuando estaba pariendo no podía pensar en nada, solo me invadía la ansiedad de conocerlo. En el momento en que me lo apoyaron en el pecho, ese cuadro único e irrepetible donde lo sentí por primera vez fuera de mi, con su olor, su miedo, su carita arrugada y su cuerpo morado, me largué a llorar como una recién nacida mientras él aún estaba entendiendo lo que sucedía. Nació el bebé, pero lloró la mamá. Así de sabio fue el chiquito. Así de gigante. Entonces comprendí que tener un hijo te hace más pequeño, te vulnera de tal forma que todo lo que ocurre no tiene sentido sin él.

Lisandro me enseña su fuerza día a día, y yo le demuestro mi debilidad: la fuerza de mi hijo es su sabiduría, y mi debilidad es sin dudas él. Una experiencia más se sumó a mi historia y otro aprendizaje de la mano de un enano de 51 cm de largo. Nada más grandioso.

Por todo esto, a un mes de tu llegada dejo plasmada esta vivencia para que cuando puedas leerla entiendas que mi mundo empezó un 6 de enero de 2012.


Te amo.