miércoles, 30 de mayo de 2007

El día que un café me regaló un instante…

"Las utopías permiten las fábulas y los discursos se encuentran en el filo recto del lenguaje"
(Michael Foucault, 1999)

Salí del trabajo angustiada. No me importaba nada: ni la gente que me pasaba por al lado, ni el aumento de sueldo que nunca llegó, el frío o los semáforos. Caminaba. Sólo eso. Y abrigada hasta la nariz proyectaba la película de una historia sin final, o con un desenlace demasiado enroscado como para asumirlo.

Un paso, una caricia. Otro paso, un abrazo. Al doblar la esquina, una postal de ambos en Gesell. Ésas y otras imágenes me recorrían el cuerpo insolentes, caprichosas, sin permitirme un resguardo en mi memoria, y provocándome bronca en cada suspiro. Me surcaban la piel mientras el frío de la calle se encargaba de maldecirme por estar con tanta ropa, y soplaba cada vez un poquito más fuerte.

Entré en el primer bar que ví con pocas esperanzas de satisfacer mi hambre. No tenía casi dinero en la billetera. “Fin de mes mata” pensé, y pedí un cafecito, así, en diminutivo, como dando lástima… o dándome lástima. Estaba muy enojada con mis impulsos y la puta manía de extrañarte, que ya me ahogaba. Logré mirarme desde otra perspectiva y no podía tolerar más lágrimas. Como pude sequé mis mejillas y me reté mentalmente. Cuando fui a lanzarme sobre el café recién dejado en la mesa, la mano de un hombre tomó repentinamente la mía mientras se escuchaba una voz cálida que me decía “¿por quién lloran esos ojos? No vale la pena apagar el brillo de una mirada tan linda con tanta tristeza”.

Era el mozo, que ni bien terminó de decir esto me soltó y se alejó con una sonrisa seductora en los labios. Yo quedé absorta. Lo miré, bajé la vista y comencé a sudar por la vergüenza de mi transparencia, y el piropo del tipo. Tomé el café casi sin bajar la taza, dejé el dinero justo de lo que valía mi consumición y me fui sigilosa, sin hacer ruido. No quería mirarlo. Ni lo saludé. Hacía mucho tiempo que alguien no reparaba en mis ojos. Eso me quedó titilando en el cerebro. Un hombre cualquiera que se dedicó a enaltecer la desestrozada imagen arrojada por una mujer con el rimmel corrido y el gesto desfigurado por añorar algo que no fue. Así estaba yo... pero según el mozo, con "una mirada tan linda"...

Volví al frío y en mi cabeza ya no daban la misma película de siempre. Era otra, una que transcurría en un bar donde la protagonista se cruzaba con un insolente tipo que sin querer, le regalaba con su irreverencia un instante de feminidad admirada, un rubor adolescente difícil de encontrar en estos tiempos.

De tanto pensar, milagrosamente no me dí cuenta de la baja temperatura que azotaba a Buenos Aires en aquel momento. Seguí caminando sin sentir la térmica en los huesos. Esa vez el frío no me hizo nada. Y entonces por fin comencé a reír.


Imagen: WEB

lunes, 21 de mayo de 2007

Extrañar

Jode descubrir esta vulnerabilidad que me hace frágil ante cualquier ventarrón del pasado que se active por puro capricho cotidiano. No me sostengo, por el contrario, dejo que mi cuerpo caiga en el vacío de esta cretina memoria, tan persuasiva e irrespetuosa como de costumbre.

Memoria que me asalta insolente en cualquier lugar, con todos y con nadie, que repite los versos de una canción obsesiva por convencerme de que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.

Memoria que me grita al oído hasta volverme loca y luego desaparece como por arte de magia...

Claro que no vuelve todo a la normalidad cuando esto ocurre. Mi mente trata ordenar los recuerdos removidos para acomodarlos otra vez en el sitio indicado pero, sigilosamente, cada uno de ellos susurra tu nombre, estremece mis sentidos, niega tu ausencia, a tal punto de que nunca se llega a reestablecer la paz en mí.

Y pienso... cada día que muere es un poco más pesado, y las vivencias son cargas demasiado difíciles de sobrellevar en su mayoría. Uno quiere aprender de ellas, pero con el correr de los años me convencí de que ante la debilidad, cualquier error es posible. Me refiero a esa debilidad que se disfraza de abrigo y me abraza con tu perfume. Que a veces se calza tu sonrisa y me despierta del mal sueño en el que vivo... entonces te siento cerca, sólo en aquella nebulosa imaginaria.

Debilidad que tiene como aliada a la memoria, que me deja autoengañar mientras creo haber enterrado nuestras caricias, y que cuando menos lo espero, me antepone los recuerdos caprichosos de todo lo que viví y me hizo caer en este amor rengo.

Traicionera. Cobarde.

Así continúo el camino... sin vos.

Lo único que sabía vencer era el cansancio, aunque ahora me encuentre presa de sus garras... subyugada a él.

Imagen: WEB

Octubre de 2002

viernes, 18 de mayo de 2007

HIPÓCRITAS


¿Quién se acuerda de López?
A 8 meses, nadie te nombra...
Nadie toma en cuenta la burla, la farsa del poder.
Indigestada de mentiras, vomito promesas huecas.
Que alguien me explique.
Que alguien te tenga presente...
Que puedas hacerte verbo para dejar de ocupar el lugar de significación, hoy mediocre y
bastardeado por muchos desmemoriados, del sustantivo desaparecido.
Que la verdad no se compre en una esquina.
Que no seas sólo una remera de moda para usar en cada marcha que surja.
Que la sociedad toda te grite.
Que aparezcas...

Ausente


Lejos suelo estar, aún estando cerca.
La vacuidad transgrede mis sentidos
Y hace añicos a la espera que enloquece.
Lejos suelo estar, aún en compañía.
Una amenaza de abrazo es un castigo
Que se pierde en un fraseo inútil
Y me reduce al agobio de mi mente.
Hastiada de vivir en la agonía, respiro.
Lejos suelo estar, aún estando sola.
Sigo sin mirar, en esta lucha terca
Que fatiga sentimientos escondidos.
Suelo hundirme en miedos insolentes
Y rasguño, peleo: hipócrita memoria.
Nostalgias de un pasado que brota
Asalta mi presente, persistente.
Solitaria la razón que no se aquieta,
Susurra una canción que me emociona.
Certidumbre de fusiones entre penas
Y reclamos de tenerte conmigo.
Lejos se sufren más las depresiones.
Imagen: WEB

miércoles, 16 de mayo de 2007

Anarquismos...


La furia de sus manos es quien golpea
Paredes de recuerdos guardados sin sentido.
Entre abrazos se dirime la sonrisa del después,
Y en un segundo la bronca atrapa los silencios
Hastiados de reproches al destino.
Nunca supieron caminar solos
Porque les pesa la mediocridad del ayer,
Y entre ellos se gesta la vacuna sensual de la pasión
Que los conduce a la insolencia enajenada.
Asesinos inmorales de lo preestablecido,
Anarquistas del desamor por elección,
Se embriagan con el vino de aquellos besos
Que alguna vez mataron sus palabras.
Se entrelazan en un halo de preguntas
Que la culpa recoge entre las sábanas
Y la historia se recicla sin permiso
Mientras ellos deciden sellarse en el adiós.
Escapan de los fantasmas abismales
Que alucinan en noches condenadas
Al consuelo mutuo, que desangra soledades
Y desata los nudos absurdos de la confusión.
Se despiden de un comienzo inexistente,
Muertos que respiran ilusiones,
Sobreviven a los gemidos de sus cuerpos
Y aún saben que el encuentro es inminente.


Yo, en una tarde cualquiera... en aquella tarde.
Imagen: WEB

martes, 8 de mayo de 2007

Para no olvidar...



"Tu proscripción en mi vida se vio sacudida ayer por tu llegada, aunque parezca contradictoria la crónica, tras una larga estadía vaya a saber donde. El arribo cuasi impensado se fue anunciando sobre la marcha… y pasó Ezeiza en mi cuerpo… Ezeiza del ’73… una masacre de estructuras, defensas, argumentos y seguridades se extendió sobre las sábanas; cadáveres de mí, de la que armé".




Fragmento del texto "Ezeiza" - Noviembre 2006
Imagen: WEB

Ficciones

"El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento... si esas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron... entonces podría apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena".

Michel Foucault - Las palabras y las cosas

lunes, 7 de mayo de 2007

Aquél viejo león...



A M.L.

Mirada torva.
Se acerca imperceptible, conociendo cada uno de mis futuros movimientos. Arrastra sus pies que desde hace décadas vienen acumulando las huellas de un pasado ciclotímico e incierto, como su presente. Me estudia.
Observa.
Su conducta habla de una persona políticamente apasionada y moralmente correcta, como alguna vez creí serlo yo.
Esconde experiencias de vida que le enseñaron a defender aún más sus ideales, y casi contradictorio, los desafía cuando vive al límite de los mismos, en aquél disfrute de la materialidad superflua que hace feliz al ser humano.
No teme.
Aunque muchas veces sus inseguridades lo lleven a equivocar el camino, al estancamiento constante, a sumirse en el estado del fracaso, tiene la capacidad de sembrar una alta cuota de intelectualidad, ternura y conciencia en las personas que tuvieron la dicha de conocerlo –hasta donde él quiso-. Cansado de andar al acecho de un instante de paz, se arma con un simple intercambio discursivo que lo subyugue en el hombre político en que se convirtió. Entonces reluce su perspicacia, inquieta con sus palabras que salen como balas a disparar ante el adversario; descoloca.
Tiene esa manía.
Y lo sabe.
Lo disfruta.
Soberbia gentil que mucha gente no comprende, deja que uno mismo se entorpezca con tan sólo la duda que pueda sembrar. Soberbia de líder, aunque no quiera dar el gran paso.
Sonríe frente a mi debilidad. Comprende que todo lo que sé de él me aprisiona en una complicidad incondicional. Sabe que estoy. Y que no traiciono ideales.
Luce como un hombre de 30 años, sin embargo la versatilidad de su vida lo envuelve en el imaginario de alguien que ya peina canas. Experiencias aceleradas lo chocaron violentamente, pero sigue firme, más fuerte, y oculta la sabiduría de aquél que conoce los códigos de la jungla.
Habla lo necesario para convencer y sueña lo imposible para vivir.
Se acurruca cuando duerme ocultando así el poder que tiene entre sus garras. Se convierte en niño cuando ama, en adulto cuando llora y es hombre cuando pelea. Compleja personalidad. Atrapante.
Está lo suficientemente cerca de mi cuerpo. Sólo una caricia y caeré otra vez ante el hipnotismo que provoca. Sólo una.
Pero fueron dos... y la moral se le destrozó junto con la mía.

viernes, 4 de mayo de 2007

Otro jueves cobarde


Otra tarde como las demás
sin amores rotos de casualidad
otro jueves de esos que no se dejan besar.

No eran las esquirlas del rencor,
eran telarañas en el corazón;
una flor con lagañas,
un desamor sin amor.

Hoy que no me encuentro la nariz.
Hoy que no me sale ni dormir,
no le pongas miel a la verdad,
que si ando muerto es de tanto resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe bajarse ni los pantalones.
Otro jueves que anda dando lástima por los rincones
de esta tarde en coma 2.

Otro jueves como los demás
demasiado martes,
demasiado igual.
Ni te declaro la guerra ni tú me firmas la paz.

Y el planeta baila su gangrena,
y otra vez volvieron a embarrar la fiesta
los idiotas en celo
y las sopranos con tos.

Y hoy me quedo mudo para oir lo que nunca te supe decir.
No perfumes tanto la verdad
que si ando muerto es de tanto resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe abrocharse ni los pantalones.
Otro jueves que anda dando lástima por los rincones
de esta tarde en FA menor.

Y hoy que no me encuentro la nariz.
Hoy que no me sale ni dormir,
no maquilles tanto la verdad
que hasta a los muertos nos excita resucitar.

Otra tarde que no arde, esta tarde sin pasado mañana.
Otra tarde tan cobarde, esta tarde que no prueba manzanas.
Otro jueves que no sabe bajarse ni los pantalones.
Otro jueves que regala lástima por los rincones
de esta resaca sin vos.

Caballeros de la Quema
Imagen: WEB

Tal vez entiendas...


"...Recuperé la noción del compromiso revolucionario como un proceso mucho más complejo que la respuesta que solemos dar a quienes nos preguntan por qué elegimos ese compromiso. Recordé que la clandestinidad, al igual que el coma, tiene grados. Que uno se va internando en sus profundidades hasta toparse con un extraño que te mira desde el espejo..."
Diario de un clandestino - Miguel Bonasso

miércoles, 2 de mayo de 2007

Un lustro de silencios obligados

Al despedirse le dijo que intentara descansar, pero no pudo hacerlo. Los nervios no le permitían mantener el globo ocular quieto aún con los ojos cerrados. Observaba todo lo que estaba a su alrededor intentando no pensar. Sus párpados le pesaban pero no quería dormirse.
No así, sin él.
Y se desesperaba por lo que le sucedía internamente, por no poder calmar aquella locura de amor que, según sus propias palabras, la mantenía viva desde hacía unos meses. El reencuentro. El volver a empezar. Demasiado para asimilarlo de golpe.
Casi seis años de agonía fueron los que sellaron sus historias con experiencias por separado. Para la mujer no era un dato menor. Las anécdotas de la convivencia que intentaron allá por el año 2000 fueron motivos suficientes para batallar contra la memoria y sus recuerdos. Quería borrarlo de su vida no por haber sido infeliz a su lado, sino porque necesitaba sentirse capaz de continuar sola el camino, sin que nadie la abrigara -como siempre soñó-.
El engaño la había marcado, pero eso no importaba. Lo que quería superar era el amor que se resistía a huir de su cuerpo, de sus cinco sentidos. Él significaba todo en su mundo. Ése mundo había sido cosntrucción de ambos, y ella no toleraba semejante fracaso con tan sólo 21 años.
Sin embargo, el devenir del tiempo ayudado con cuatro años de terapia, logró al menos el autoengaño necesario para intentar recomponer su vida. Tras vencer el dolor del primer momento y las lágrimas -nunca suficientes- de "aquello que no fue", pudo volver a sonreir. Costaba, pero a través de la imposición había podido naturalizar la sonrisa y acostumbrarse al gesto.
Así conoció al hombre que le permitió sentirse armada nuevamente, quien le organizó el desorden sentimental que durante muchos años la mantuvo apagada. Y creyó que le había llegado el momento de ser feliz, de volver a amar, de abrazar sin recurrir a viejos sentimientos.
Pero el destino tiene esas vueltas tan inexplicables e inoportunas, que una vez más, y sin que ninguno se diera cuenta, la vida los volvió a juntar.
La mujer, convencida de haber enterrado la historia más importante de su existencia, lo miró sin poder disimular sus nervios. Él, sagaz como de costumbre, no escatimó en laberintos discursivos a la hora de seducir. Sabía que aquello que alguna vez la había enamorado no podía fallar. Porque además, estaba convencido de que aquella mujer hablaba con los ojos, y estos nunca le ocultaron cuánto lo extrañaban. Así comenzaron a jugar con la pasión sin miedo a caer entre sus garras.
Y perdieron.
Una y otra vez perdieron.
Ella se desarmó por completo, y decidió ponerle fin a la relación que tanto bien le hizo. No le importaba nada más que volver a estar con su gran amor. Tanta espera, tantos silencios obligados y reprimidos...
A medida que los meses pasaban, la cotidianidad entre aquella pareja reinventada se iba alimentando a pasos agigantados. Vivencias, risas, lecturas, intelectualidad, caricias, besos, regalos y gemidos fueron construyéndolos de nuevo. Los mismos pero diferentes.
En su cuarto repasaba la película de su relación y necesitaba tenerlo consigo. Ya no toleraba la idea de despertarse sin su compañía. Se lo dijo, no hace mucho, pero él ahora nada en un mar de explicaciones ausentes y paciencia desmedida que la llena de incertidumbres. La desespera, y enloquece con el miedo que le genera la inseguridad que, sin quererlo o queriendo, alimenta sus dudas.
Amigas, pensamientos, vivencias al lado de otra mujer, lugares que recorrió sin su compañía, sentimientos no corrsepondidos, todo la mata.
Él dice que la entiende. Y que hay que esperar un tiempo más para lucirse de la mano frente al mundo. Ella lo escucha. Se enoja. Se muerde por dentro. Tiene terror de volver a vivir la misma escena que hace casi seis años atrás la demolió.
No obstante acepta una vez más, con nervios, los mismos nervios que la otra noche impidieron su sueño, pero con la certeza de que el amor que siente es lo único que la completa.-

Imagen: WEB