lunes, 19 de diciembre de 2011

Un estado de sitio que no fue


Después de escuchar las palabras de De La Rua que declaraban el estado de sitio me levanté de la cama aterrorizada. Por aquel entonces tenía apenas 22 años, me había ido a vivir sola a un monoambiente lleno de humedad y muy oscuro que para mí era lo mejor del mundo. Trabajaba en una empresa yanqui, un call center que me había hecho ganar buena plata por comisión en ventas en muy poco tiempo. El departamento que alquilé quedaba en Beruti y Agüero, a una cuadra del conocido bar Job’s, a siete cuadras del lugar en el que vivían tres amigos del secundario y a quince minutos en subte del laburo. Para alguien que se había criado en el conurbano y que no lograba llegar a un lugar en menos de 40’ de viaje, los cuales se repartían casi siempre entre tren y subte o colectivo, era realmente un paraíso terrenal.
Mis ansias por vivir fuera de la casa de mis viejos y sentirme “adulta” se desvanecieron en el instante en que terminó la cadena nacional. El miedo no cedía. Recuerdo que agarré el teléfono y comencé a llamar desesperadamente a quien hoy es el padre de mi hijo. Nuestra juventud nos había arrimado, las pasiones que teníamos nos enamoraban y las ganas de trascender políticamente sin saber bien adónde ni cómo, conducían nuestros actos. “Venite para casa, estoy cagada en las patas. Escucho golpes en el edificio y gritos, por favor veni” le dije llorando mientras acomodaba la billetera en un bolsito para salir a la calle. “No salgas, esperame ahí que veo cómo hago para llegar. Están saqueando el Día de San Martín y el súper de al lado de la casa de tus viejos”. Corté. Llamé de inmediato a mi mamá disimulando mis nervios “hija ni se te ocurra venir para acá, quedate en tu casa. No salgas”. Ya tenía resuelto qué hacer, y sabía que mi compañero iba a seguirme. Pasaron dos horas de ansiedad y espera interminable, un atado de diez cigarrillos Marlboro y ruidos de cacerolas cada vez más fuertes hasta que llegó él. Abrió la puerta del departamento y nos dimos un abrazo que jamás voy a olvidar en toda mi vida. “Vamos?” me dijo, y sin decir nada, salí de su mano. No sabíamos qué íbamos a hacer, lo único que queríamos era llegar a la Plaza de Mayo. Caminamos desde Santa Fe y Agüero hasta la Facultad de Sociales, en M T de Alvear. Él traía escondidos unos aerosoles que nos permitieron dejar las huellas de ese día en varias paredes de las calles: “30.000 compañeros presentes”, es lo único que pensábamos. Escondimos los aerosoles detrás de un árbol en la vereda de la facultad porque el rumor que se corría era que estaba la montada tirando gases lacrimógenos en la Plaza. Había muchísima gente corriendo en dirección opuesta a la nuestra, cerca de la 9 de Julio. “Viene la cana, no vayan!” mi piernas temblaban. Tratamos de seguir hasta donde pudimos. Era la madrugada del 20 de diciembre y escapamos corriendo de un auto de la policía que justo dobló en una esquina de no me acuerdo qué callecita del microcentro. El corazón se me salía de la boca, no podía más. Nos tranquilizamos a medias y decidimos volver al departamento.
Esa noche volvimos a dormir juntos en mi cama de una plaza, los dos apretados a pesar del calor, con la tele prendida viendo lo que pasaba y el temblor que aún me perduraba. Él pudo dormir, yo no. Me quedé despierta pensando qué hacer. El 20 de diciembre rendía el final de la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo. Estudiaba Comunicación Social en la UBA y venía preparándome desde hacía tres semanas para poder rendirlo. Se hicieron las 6 AM y decidí levantarme. No dudé en ir a trabajar, los despidos masivos ya eran moneda corriente y no podía arriesgarme a que me echaran. Mi compañero se despertó y salió conmigo, él rumbo a San Martín a buscar su cámara de fotos. “Voy a la Plaza, esta vez quiero llegar”.
Trabajé hasta las tres de la tarde y salí decidida a buscarlo. Un montón de gente quería llegar a la Plaza como yo, íbamos todos juntos hasta que nos topamos con la montada en Diagonal Sur y Maipú. Fue la primera vez que experimenté de cerca la reacción que te genera un gas lacrimógeno. Un flaco me agarró del hombro para que me corriera ya que quedé paralizada, me caí al piso y me dio un gajo de limón. “Chupalo y ponete algo de jugo alrededor de los ojos, dale!” y se fue. La represión era atroz. Me levanté y comencé a correr sin saber adónde hasta que llegué a Av. Corrientes. No sabía cómo estaba mi compañero ni qué tenía que hacer. Lo único que sabía era que ése día supuestamente tomaban el final en la facultad. Caminé hasta Ángel Gallardo y Corrientes, agotada, mirando hacia todos lados. La sede de la calle Ramos Mejía de la Facultad estaba cerrada y no recuerdo bien si alguien o una cartulina pegada en el portón principal decía que estaban tomando examen en el Bar El Astillero. Fui hasta ahí y no encontré a nadie. Me acerqué a preguntar y el pibe del bar me dijo “Ya tomaron los finales. Qué hacés acá? Afuera está la historia”. Eran las 19.30. Nunca más me voy a olvidar de esas palabras. Cuando llegué a mi casa, supe que para esa hora ya había renunciado Fernando De La Rua a la presidencia de nuestro país, y que mi compañero estaba sano y salvo.
A diez años de aquellas trágicas jornadas que dejaron un saldo de más de 30 muertos, es imprescindible ejercitar la memoria, dejar plasmadas nuestras vivencias tengamos la edad que tengamos, hayamos vivido o no como protagonistas esos sucesos.
A días de parir mi primer hijo sostengo aún más fuerte la bandera de la lucha por un país sin exclusión social, lucha que se alimenta de la memoria colectiva, de esa misma memoria que nos dice a gritos una y otra vez NUNCA MÁS.  

sábado, 17 de diciembre de 2011

CURSO DE PREPARTO: Una manera de anular la seducción en la pareja pero siempre con felicidad (¿?)

Advertencia: Disculpen los términos soeces. Necesité canalizar por algún lado.


  • Primera charla de preparto: Una va con ansias, esperanzada de salir alegre y despreocupada, sin pensar en lo que la espera. El encuentro fue bizarro desde las parejas presentes hasta las preguntas que se hicieron. Una embarazada dice "con el primero la teta se la di hasta los tres meses. Fue el año de la gripe A, y lo único que pensaba era si se me enfermaba el bebe". Inyección de felicidad. Luego de esa declaración más que alentadora, nos dijeron que a partir de ahora tengo que llevar un pañal a cuestas por si rompo bolsa. Según la partera "el pañal puede retener un litro de líquido así que si rompen bolsa se ponen un pañalito del bebe. Eso sí, no me llamen para decirme que no les abrocha. Les juro que me pasó". Listo. Me paré, canté bingo, me sobé las tetas como me explicaron ahí mismo y seguí escuchando atenta. No creo que resista todas las reuniones. Y aparte, la pudrí con una chiquita que vino a hablar de parte de una empresa privada de células madre q me quería hacer completar los datos "por si te interesa". Le dije "no me interesa, y no es obligatorio que deje mis datos". Lindo. Soy feliz (?)
  • Finalmente vencí mis prejuicios y decidí ir a la segunda charla de preparto. Fue bastante jugosa, aunque no tanto como la primera. La partera insistió con lo de las tetas, y tanto nos dijo que prendamos y apaguemos los pezones que cada vez que me miro en bolas al espejo veo la cara de Lapegûe en cada goma saludándome. Esto no es sano... además, tengo que empezar a respirar llevando el aire al abdomen, en el mismo momento abrir las piernas, hacer fuerza sin soltar el aire, quedarme con las piernas abiertas, largar el aire y "disfrutar" de ese momento. Ok, avísenme cómo se vuelve a seducir después de que mi compañero vea esta imagen... no creo que garchemos más... Y a eso se le suma que me salió una línea marrón en la barriga. Bien, queda especial (ponele)
  • En la tercera y cuarta charla de preparto hubo rateada pero tengo mis motivos mucho más que válidos. La realidad es que nadie te dice la posta sobre lo que te va a pasar con un bepi en la panza. El discurso naif que te venden es el famoso “el mejor estado es el de la mujer embarazada”… las pelotas! Resulta que el día que tenía que ir a la tercera charla en cuestión, unos pinchazos agudísimos comenzaron a acosarme justo en mis genitales. "Macanudo" pensé. Caminar me era costoso, y tratar de caminar sin parecer paspada más. Además de eso, la baja presión arterial se apoderó de mí y continuó una semana en mi ánimo por la ola de calor que hubo. Conclusión: Cuarta charla también al tacho. Parecía Bambi después de su primera vez: me temblaban las piernitas tan solo con levantarme para ir de la pieza al baño. Y la frutilla del postre??? Una hernia inguinal justo debajo de la panza que el médico catalogó como “normal, se va sola”… Bien, ¿alguien que ayude a cortarme los huevos imaginarios???
  • Quinta charla: simulacro de cesárea. Sí, así como lo leen. A esta altura la partera me parecía una eminencia, y más allá de lo raro del encuentro, no puedo negar que la mina la tiene clara. El simulacro constó de un bebote Yolybell que: a) Podía enroscarse en el cordón umbilical b) No entraba al canal de parto c) Estaba de manera horizontal en la panza y no se ponía de cabeza. Esos tres ejemplos bastaron para explicar la posibilidad de intervención quirúrgica mientras el estómago se me iba frunciendo al mismo tiempo que mi importante culo: terror me daba de solo pensarlo. Lo mejor fue cuando la partera se dirigió a los padres: “Uds no van a ver un espectáculo. No quiero que filmen ni se pongan del lado del obstetra. ¡¿Saben cuántos casos de eyaculación precoz e impotencia hay luego de que el hombre vea cómo sale el bebé del vientre de su mujer?!”… en fin, insisto: cómo volver a coger luego de ser madre y no morir en el intento… El broche de oro fue la pregunta de una de las concurrentes: “Yo me mojo bastante… habré roto bolsa?” La cara de todos fue primero de susto y luego comenzaron las risas cuando escuchamos la respuesta: “Es normal que te mojes, es más, probablemente tengas incontinencia urinaria”. Precioso. Seductor.
  • Última charla: Lactancia. Y acá sí me terminé de convencer que no nací para ser madre, pero le voy a poner voluntad. Además de la preparación de los pezones que me explicaron al principio, durante la cual logré que los míos sintonicen la Rock and Pop, aprendí que el bebé se te “prende” a las tetas no solamente de la punta del pezón sino que tiene que abrir bien la boca para que le encastres toda la areola y no se te agrieten. Más allá de eso, lo que quedó en claro es que el pibe te lastima igual. Canto a la vida! Para mayor info, la saliva del bebé es ácida, entonces cada vez que toma me tengo que lavar las gomas. Y además, el consejo que repitió la partera a cada rato es que tengo “que airear las lolas”. Pensé en recibir a todo el mundo en tetas, pero no creo que sea correcto. “Cuanto más tiempo estén con las mamas al aire, mejor. Ojo, miren que van a chorrear leche, ténganlo en cuenta”. Mi cabeza no paró de imaginarme bajando a abrir la puerta del depto, salpicando leche por el hall del edificio y cantando “I’m singing in the rain”. Algo extraño: si el bebé no toma de las dos tetas porque se llenó con una, la otra me la tengo que ordeñar. Con mi compañero nos miramos y automáticamente comenzamos a reír. Siempre soñé con vivir en el campo… así que tal vez pongamos un tambo en casa. Por algo se empieza.
Eso fue todo. Ahora sólo resta esperar a que llegue el pequeño demonio. Me queda por decirles a las madres que ocultaron cierta información que mi venganza será terrible, y que si bien la felicidad de estar con un hijo entre mis brazos me tendrá entretenida por un buen rato, algo se me va a ocurrir. 

A las que no tuvieron hijos aún, me escriben que les cuento la posta. No se asusten, nada las hará cambiar de idea si desean ser madres, pero no es justo retacear información!!!! Clarín miente, y algunas mujeres también! Sépanlo

sábado, 15 de octubre de 2011

Algunas recomendaciones


Pequeño homenaje al padre de mi hijo. Esta es su primera carta: Tenía apenas 7 semanas.

Ahora me toca a mí. Le dije que se sentara frente a la computadora y tomara nota. Es que la escucho todo el día y no me quejo con lo cual me pareció justo dejarte estas líneas.
Mirá, es simple: No me gusta que haya un intermediario entre vos y yo. Quisiera que puedas sentirme un poco más pero también se que es difícil porque me observás como desde una vidriera a través de sus ojos. Acá estoy bien, el clima es perfecto y la verdad me mima bastante. A veces tengo que seguirla aunque no quiera, eso me pone de mal humor pero no te preocupes que se lo hago sentir. ¿Sabés? aprendí  a amarla desde el primer momento en que empecé a latir. No me imagino sin ella.
Te decía que entre vos y yo me gustaría que no haya intermediarios. Pero como por ahora y hasta dentro de algunos meses vamos a estar separadamente unidos, quise que escribiera por mí lo que tengo para decirte:
-En primer lugar, te doy las gracias por desearme tanto. Se que desde hace algún tiempo soñabas con mi llegada. Acá estoy y te juro que siento tu felicidad. Eso me hace gigante a pesar de mis 11 milímetros de largo.
-Te pido que cuando me veas  y recorras con tus ojos mi cuerpo  selles el encuentro para siempre. Nadie te va a enseñar cómo, pero se que vas a saber exactamente qué hacer.
-Cada vez que me acaricies, pensá en esta carta y tené presente que te estoy acariciando desde el cordón que me alimenta. Apoyo mi mano en él y reconozco tu voz, entonces te abrazo con el corazón, seguro que nadie te abrazó tanto como yo en este tiempo.
-Enseñame a mirar a través de tus palabras.
-Enseñame a elegir para que nadie lo haga por mí, a luchar a pesar de las contradicciones y a leer. Quiero leer todos los libros que existan, incluso los que no leíste.
-No me sueltes la mano ni aún estando en desacuerdo con mis decisiones.
-Haceme libre de religiones para que cuando lo desee, crea.
-Decime muchas veces que me amás porque cada vez que te escucho decírselo a ella crezco un poquito más de la emoción que me causa.
-Mostrame la historia de mi país como más te guste, contame tu vida y llename de palabras. Te voy a necesitar hoy y siempre.
-Cuando me caiga no te desesperes, mi llanto se apagará en tus brazos.
-Acuname, quiero dormirme en vos.
-Dejame peinarte, disfrazarte y enseñarte a que me críes. Nada me hará más feliz.
-Llevame a pasear, corré conmigo y retame cuando lo consideres necesario.
-Ayudame a descubrir mi personalidad sin decirme cómo debo ser sino dejándome sentir.
-Escucha hasta mis silencios. Yo lo hago con vos ahora.
-Compartí tu música y bailá conmigo.
-Sonreíme cuando esté triste.
-Contame cuentos y se exagerado. Eso me va a divertir.
-Discutí con el miedo adelante mío para que cuando sea grande no le tema.
-Demostrame que el amor no te hace sufrir, que lo que duelen son los golpes y que siempre hay un señor que se llama tiempo y todo lo cura.
-Gritá a mi lado por la memoria, la verdad y la justicia. Yo te voy a copiar.
Creo que la lista está completa… 
Ah, no. Me olvido de lo principal: ensayá conmigo el libreto, nadie nace sabiendo ser Papá y eso es lo que más voy a amar de vos. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La Bohème


Sonaba Che gelida manina de la ópera La Bohème cuando ella intentaba explicarle a su ombligo que los abuelos que pudo conocer por parte de padre, eran fanáticos de este tipo de música. Su nonno, como solía llamarlo cuando era pequeña, había cantado en un coro en Friuli, Italia, donde había nacido. A pesar de que sus oídos quedaron algo estropeados al vivir el espanto de la Segunda Guerra Mundial, la voz de aquel hombre estuvo intacta hasta su último día.
Le explicaba a su panza redonda que el nonno tenía ojos azules, abundante pelo aún en su vejez y canas. De hecho el color de sus cabellos era blanco. Usaba siempre una musculosa de algodón debajo de las camisas, pantalón de vestir y gesto serio. Cuando se reía, lo hacía con todo su rostro, no solamente con su boca. Sonreían sus ojos, sus cachetes y hasta sus cejas. Eso era increíble.
Ella solía mirarlo cuando hacía la mezcla de cal, cemento y arena para terminar la casa en la que creció. Le enseñó a colocar los ladrillos, a martillar y hasta la dejaba trabajar con la pala en la tierra, que claramente en aquella época era más grande que su cuerpo. Le explicó que el sol le había arrugado la piel, entonces por las noches, para no perder su coquetería, frotaba sus manos con crema humectante pasándose el excedente por el rostro para evitar los surcos de expresión. Fumaba mucho, tanto que en más de una oportunidad llegó a quemar las sábanas de la cama. A escondidas, una vez, le dio de probar grappa, su bebida preferida. Ella lo único que hizo fue tentarse y callar, cómplice, en su falda.
Cuando tenía apenas 4 años de edad, el nonno le cantaba una canción de cuna que la calmaba y le causaba gracia al mismo tiempo. Era en italiano, y como no entendía mucho el significado de las frases, la cacofonía de sus estrofas parecía hacerle cosquillas al escucharla.
Seguía con los recuerdos cuando por un momento, decidió quedarse callada para disfrutar de la melodía. Pensaba en su hijo, en sus facciones, en cómo sería su personalidad. Le prometió visitar Italia como revancha de la vida misma. Le juró llevarlo al lugar en el que habían nacido sus ancestros, donde su nonno paseaba en bicicleta por las callecitas de la vieja Europa llevando a cuestas a la familia que había logrado formar, costumbre que seguramente el niño disfrutará de la mano de quien se convertirá en su flamante abuelo.
Repentinamente, se levantó de la silla y subió el volumen hasta invadirse por completo. Miró una vez más su ombligo saltón y murmuró “feliz primera primavera”.
El CD había terminado marcando el fin del homenaje a sus ancestros.
La panza comenzó a moverse entonces, vaya uno a saber por qué. 

jueves, 25 de agosto de 2011

En crisis. De como mi vida pasó a transformarse en tuya

Ser dos en el cuerpo de una sola persona es demasiado para mi cabeza. Tratá de entenderme. Desde hace unos meses intento conectarme con vos. Se que lo nuestro es de ombligo a ombligo, pero me cuesta. Tal vez cuando seas grande y me leas, preguntes, mires y sonrías mi vida tendrá el sentido que siempre le quise encontrar. Lo cierto es que hasta que eso pase primero tenemos que atravesar juntos esta etapa. Es difícil. Maravillosa pero difícil. Inexplicable en aspectos íntimos y muy incómodo en aspectos corporales. Por qué negarlo? No, es así. Incómodo también y no me avergüenza decirlo. 
Te voy a explicar algunas cuestiones: Desde hace unos meses no puedo correr. Saltar menos, y bailar como lo hacía antes hasta ahí. La decisión es mía eh? pura y exclusivamente mía más allá de los consejos del doctor. A ver, disfruto de mi tiempo de otra manera, pero extraño demasiado mi hiperkinesia que no dejaba sentar a nadie a mi alrededor. Así de molesta era... Ahora no soy yo solamente la que va por la vida sino dos personas, entonces cuando hago muchas cosas vos me reclamás quietud y tranquilidad de una forma poco convencional si se quiere pero válida, claro. No te recrimino, no te enojes, simplemente te digo que me duelen las patadas cerca del pubis, tratá de enfocar un poco más arriba y no me endurezcas la panza porque no me gusta. Por otro lado, las vitaminas de hierro no están buenas. Las repito, vos también, lo sé, no lo niegues. Tampoco me dejás comer chocolate. Ni kiwi. Ni medallones de menta. Ni puedo tomar Fernet ilimitadamente. Ahora me hacés tomar mate cocido, café con leche a cualquier hora y querés comer jamón crudo cuando se te antoja. Está bueno pero no del todo. Me gusta lo que elegís aunque no puedo brindar para festejar. No te rías porque me pican los pechos. Esto va en serio.
En cuanto a mi intimidad debo confesar que los cambios son novedosos. Me percibo más humana, y todo es por tu presencia. Tengo la sensación de que en cualquier momento voy a explotar de amor pero no del amor rosa, ese del que todos hablan y terminan comiendo perdices como en las novelas. Es un sentimiento que nace desde el medio de los pulmones y trasciende absolutamente todas mis extremidades. Vos latís ahí, sos lo que trasciende, entendés? Eso es mágico. Es lo más fabuloso que pude sentir hasta ahora. 
Como te habrás dado cuenta nuestras citas son muy esperadas. Al aproximarse la fecha de visita al doctor pienso que me voy a encontrar con el hombre de mis sueños. No, no es el doctor, aunque te confieso... es muy lindo... shhh no se lo digas a nadie. Te decía, el hombre de mis sueños sos vos!! Entonces me arreglo, me pinto, me peino, me perfumo y elijo la ropa que voy a usar. Cuando llega el momento, dejo la panza al descubierto para que un gel frío me prepare la cabeza de un saque y pueda concentrarme por completo. Respiro hondo e imagino que el monitor es tu fotografía. Miro fijo tu figura y te movés para complacerme: ahí nomás provocás mis lágrimas. Me conmovés. Solo en ése momento me siento más mujer que nunca. Gracias por regalarme esos instantes.
Te enteraste que fuimos a votar? Por la emoción, no? viste... votamos dos veces en lo que va de este viaje juntos. Votamos por un gobierno nacional y popular... ya te voy a explicar bien pero sé que lo disfrutaste tanto como yo.  Sos un sujeto político desde mis entrañas! no estoy loca,  ya me vas a entender. O por ahí sí estoy loca, pero esta locura contagia. Bienvenido al mundo, a la lucha incansable y a los horizontes infinitos de utopías. 
Así estamos. La crisis interna no es pasajera. Y las crisis no siempre son malas. Esta, por ejemplo, es la que me salva. 
Por eso hijo cuando me leas, voy estar a tu lado abrazándote fuerte mientras te digo al oído que te amo más allá de todo. 

miércoles, 4 de mayo de 2011

Reacciones adversas

Hiciste pis? Le dijo mientras le sostenía la mano. , se escuchó bajito. Volvió a insistirle, ¿seguro hiciste pis? La miró y mientras esperaba una respuesta positiva le acomodó el saco rosa que le había puesto para salir. La niña en lugar de hablar, esta vez asintió con la cabeza.
-B
ueno, entonces ahora vamos a salir a caminar y de paso, me acompañás al doctor.
-¿Para mí?
-No, para mí. Vamos a ver a mi doctor y después a la calesita.
La charla duró lo mismo que tardaron en llegar al consultorio. Caminaron lentamente las cuadras de la avenida. La niña jugaba con las baldosas mientras la madre la tironeaba del brazo para que caminara evitando el zigzag que la mareaba bastante. Llegaron y esperaron hasta ser atendidas cantando canciones de Piluso y Coquito. No les importaba la gente que estaba en la sala, de hecho, se convirtieron en la atracción del lugar.
Al llegar su turno, entraron las dos como a los empujones, una más ansiosa que la otra. La pequeña porque le encantaban los caramelos que le daba el médico, lógico. Él las miró, sonrió como siempre, tendió su mano llena de Sugus masticables para la niña (prohibidísimos fuera de allí) y con la otra, entregó un sobre a la mamá. Sin palabras, el sobre fue guardado en la cartera al tiempo que la única voz masculina que las acompañaba en el consultorio decía felicitaciones.
Al salir y hacer un par de cuadras, la madre detuvo su marcha emocionada y se agachó para estar a la altura de la jovencita de no más de cinco años.
-Te voy a contar una cosa, pero me tenés que prometer que no le vas a decir a papá así le damos la sorpresa entre las dos.
Silencio.
-Mamá tiene en la panza un hermanito para vos, y va a llegar muy pronto para que puedas jugar con él.
La nena no le quitó los ojos de encima. En el mismo instante que la mujer quiso abrazarla, comenzó a sentir que sus pies se estaban salpicando con agua.
-No aguanté… Prometeme que es un varón.

Los hechos pudieron no haberse dado exactamente en este orden o con todos los detalles contados. Lo cierto es que años después, casi 32 diría con exactitud, entiendo por qué amo tanto a mi hermana y no me imagino la vida sin ella. Nací mujer y aunque mucho no le gustó en un principio mi llegada femenina, me tomó de la mano desde el primer momento sin soltarla jamás. En unos días viajará al exterior por estudios, serán dos años nuevamente de alejamiento físico. Hoy recordé esta anécdota que de alguna manera viví del lado de adentro de mi vieja. Siento que desde el instante en que comencé a latir, sin decirme nada, mi hermana me regaló el calor de su manito. Y ninguna distancia me quitará ese calor.
Ninguna.

sábado, 16 de abril de 2011

Historias

¿Nos casamos? ¿Te querés casar conmigo? Le dijo mientras ella terminaba de preparar una tarta en el departamento de dos por dos donde intentaban convivir desde hacía un tiempo. Él era su vida. En ningún momento se pensó lejos de su cuerpo, y cuando así tuvo que ser por elección del destino, intentó reconstruirse como pudo pero volvió a su lado. Cuando aquellas palabras sonaron en su cabeza, soltó el cuchillo que tenía en la mano dejándolo caer, se dio vuelta para mirarlo y comenzó a titubear. ¿Vos decís? ¿Te parece? Al tiempo que una voz en su interior le gritaba que si, desesperada, desgarrada, un si enorme que no la dejaba hablar.
Resolvieron salir a caminar. Ella dejó la comida a medio terminar, agarró las llaves, se puso unas ojotas y comenzaron a recorrer el barrio casi sin hablarse. En un momento, llegaron a la puerta de una iglesia. Era domingo y había misa. Sus estudios primarios y secundarios estuvieron atados a una educación católica que terminó dejándola seca de creencias. Aún así, él, ateo, se detuvo en la puerta. Vamos, no me gustan las misas le dijo ella sin siquiera mirar la arquitectura del lugar. Pidamos fecha, vos me dijiste que te gustaría casarte por Iglesia por tu viejo, bueno, dale, pidamos fecha. Si yo me tengo que bautizar, no nos casamos por acá, sólo hacemos el civil. Si me dejan casarme así, ya lo arreglamos. Muda. Quieta. Sólo le comentó que era domingo y seguramente no les iban a dar bolilla.
Terminó la misa y ése día se cumplían 20 años de antigüedad en la institución del cura que había brindado la ceremonia. Por esta razón, el señor gordo con túnica violácea salió a saludar a sus “fieles”. Ella continuaba inmóvil. Él, ni bien lo vio afuera, lo abordó y le dijo nos queremos casar, ¿Ud nos informa? Así de bizarro.
El hombre les indicó que seguramente se tenían que casar por obra de Dios, porque por ser la celebración de sus 20 años como sacerdote, la secretaría estaba abierta como excepción. Los llevó hasta la puerta de la misma, y los atendieron.
La historia cuenta que aquel domingo fijaron fecha de casamiento para un 18 de abril, y que durante el resto del día no se hablaron. Por la tarde ella volvió a salir, y él, en cambio, quiso quedarse en el departamento. Estaban felices pero eran bastante particulares con sus sentimientos. Siempre habían preferido la soledad frente a hechos que los conmovían.
A medida que fueron pasando los días, ambos comenzaron a darle forma a su casamiento. Sin un mango, tratando de sobrellevar los problemas cotidianos, decidieron festejar a su manera: con amigos, familiares directos y muchísimo baile. Así eran.
A dos días de celebrar su casamiento por civil que estaba fijado para el 16 de abril, accedieron a los anillos de oro. No habían podido comprarlos, no les alcanzaba la plata, entonces sus padres fundieron los aros y alhajas de los abuelos para poder hacerlos. Ese fue su regalo.
No obstante, ambos querían reflejar su amor por la política y la historia argentina en aquella ceremonia. Era el momento de celebrar la unión entre ambos, pero también la unión de convicciones, de lucha y de apasionamientos que tanto los había enamorado a lo largo de sus vidas. Decidieron entonces grabar los anillos.
Durante el noviazgo, ambos habían leído "El Presiedente que no fue" de Miguel Bonasso, tal vez aquello los marcó bastante. Cuando comenzaron a hablar del grabado de los anillos, se miraron, sonrieron y no dudaron un instante en elegir la palabra. Sus nombres, la fecha, y aquella palabra. Iba a ser su secreto, su complicidad. ¿Qué quiere decir?... TE AMO, en chino mandarín…
La leyenda los mantiene vivos, y hoy se cumple un aniversario más de aquella historia de amor. Con el tiempo se develó el misterio del grabado, y fue así como aquella ceremonia, la cual fue histórica e irónica para una institución como la Iglesia, quedó sellada con el intercambio de anillos de oro. Cuentan que la palabra que atravesó la vida de ambos personajes fue ni más ni menos que L.O.M.J.E.: LIBRES O MUERTOS, JAMAS ESCLAVOS.

Los anillos aún son buscados como testimonio de su existencia.

lunes, 4 de abril de 2011

Masculinidades

Mi viejo me puede. Otra vez una figura masculina atravesando mi imaginario. Él y yo. Amándonos y discutiendo como nenes. Crecí en el disfrute de su presencia, y hoy mujer independiente, vivo en la permanente lucha de contradicciones acerca del mito que construí sobre mi padre, y lo que en verdad es. Hombre primero, y con eso tengo un problemita. Ser humano, siempre. Algo derechoso en su condición ideológica. Simpatizante de un radicalismo cada vez más tenue, pero radicalismo al fin. Y con eso tengo un problemón.

Independientemente de todos estos condimentos, mi viejo sabe que con una palabra puede desarmarme. Eso me llena de bronca. En mis sesiones de terapia estoy tratando el tema del género, de mi femineidad combinada con el carácter fuerte, mi hablar despreocupado y maleducado a veces, los desafíos, la competencia. Hete aquí que en un momento dado, en medio de una catarata de voces inconscientes que estaba dejando soltar en el diván, no tengo la mejor idea que decir “me di cuenta de que compito con los hombres”. Mi terapeuta, sagaz, guacho bah, me dice: “es que tu problema es ese. Con-pito”. Ja. Me fui patinando de aquella sesión, enojada, ofendida. No me falta nada, me sobran huevos, le dije. Y me fui. Bueno, no fue tan así. Lo pensé pero no se lo dije. Es hombre, no lo va a entender. Sucede que a medida que pasa el tiempo tiendo a acentuar cada vez más esta lucha de poderes, poniéndome en un lugar que tal vez, no es que no me corresponda, sino que no es del todo inteligente. Por tal motivo, pierdo. Y no lo tolero.

Hoy pasó eso con mi papá, que es hombre, claro. Y discutimos acerca de la moralina de no molestar a los vecinos con ruidos hasta altas horas de la madrugada, por una comida que quiero realizar. No es cualquier reunión. Es una despedida entre otras cosas. Se va mi hermana del país nuevamente, y necesito estar en la casa de mis viejos con mis afectos. Defendiendo la alegría, como decía Benedetti, así, como una trinchera. Bailando, con música fuerte, brindando por su partida, por nuestros años compartidos, porque somos hermanas, porque nos amamos. Eso quiero.

En el momento más álgido de la charla, llegó mi compañero. Al cortar con mi papá, que en el medio de la conversación se me habían pasado mil cosas para decirle acerca del festejo “no entendés porque los radicales son amargos, no saben hacer asado, no entienden lo que es comer un chori, son aburridos”. Pero bueno, me controlé, mezclar todo no era la cuestión. Como decía, mi compañero me comentó la posibilidad de realizar parte de la reunión en la casa de mis viejos y luego en un bar. Así de simple. Sencillo. Pensamiento no rebuscado diría Cobos… Hombre, de nuevo.

En fin. Es una descarga. No pretendo ponerle un remate al texto. Remarco que no me falta nada, a vos te lo digo, Ricardo, que no sé por qué carajo te elegí varón para hacer análisis.

Bueno, lo único que quiero ahora es dejar de pensar. Ah, y mañana no voy a terapia. No se me cantan las bolas –que no tengo, pero me sobran-.

jueves, 24 de marzo de 2011

Desde mis entrañas

No había nada que decir. Desde principio de año las ausencias se tornaron habituales en mis días, pero con la última noticia sobre la muerte de César no me habían quedado palabras que pudieran etiquetar mi sentimiento.
Lo conocí una tarde de sol a través de los ojos de Silvia, su hija mayor. Concurrí a su casa en busca de algunas respuestas a tantas preguntas que la historia argentina aún se encarga de dejarme inconclusas. Me encontré con una mujer llena de fuerzas, surcada por la lucha incansable de mantenerse entera a pesar de las desapariciones. Más exactamente, a pesar de la desaparición de su hermana Inés.
“El clima de los '70 era realmente apasionante. Yo creo que terminé la facultad por la política. Después se tornó todo en algo tan terrible que lógicamente te cuestionás miles de cosas. Nadie se imaginaba que iba a terminar así, nadie. Llegó un momento que había un muerto por hora, antes de la dictadura incluso. Fue terrible” me decía aquella tarde, gesticulando con sus manos y sus ojos el horror de lo vivido.
Con la excusa de realizar mi tesina, con la idea de explicar la circulación de la creencia social estamos gobernados por montoneros, fui a conocer a Silvia intentando encontrar en ella todas mis contradicciones resueltas. “Te voy a contar cómo fue mi historia. Yo empecé a militar con la facultad. Iba a Exactas, en el '66 fue la noche de los Bastones Largos, echaron a muchísimos profesores y muchos otros renunciaron en masa. Llegué a una facultad que era un desastre. Por mi familia y tal vez mi crianza, siempre tuve inquietudes, eso sí, vivía en un ambiente muy pequeño burgués. Pero fui a una escuela piola, a una escuela del estado. Tenía además un montón de amigos en el barrio, casi todos re católicos, así que nada que ver... Pero bueno siempre me interesó la política. Nosotros apoyábamos a la Alianza Popular Revolucionaria, en la época en que ganó Cámpora... no le fue tan mal” me contaba. Mientras tanto, en mi cabeza se tejía mi historia, disímil en muchos aspectos, lejana de aquellos años, pero marcada a fuego por el golpe de Estado. Pensaba en mi año de nacimiento, 1979, y no podía dejar de imaginar qué hubiese sido de mi vida si en aquel año hubiera tenido 17. Tal vez hoy no estaría acá.
Silvia seguía hablando. “Te cuento una anécdota, yo todavía no militaba pero estaba en el centro de estudiantes, y un día llegué a mi casa y escuché en Radio Colonia, la voz de Ariel Delgado diciendo que repatriaban el cadáver de Evita. Yo estaba fascinada, no te imaginás. Agarré mis bártulos y me fui. Ése día volví a cualquier hora a mi casa, no me importaba nada. Era muy interesante. Por eso te digo que a mí me atrapó la política. Había mucha discusión, todo el mundo estaba discutiendo algo. Las cosas pasaban a tal velocidad que a veces te pasaba la vida y no te dabas cuenta”. Sin darme cuenta, su relato comenzó a estremecer mis sentidos. No estaba ahí, estaba en su memoria. Estaba caminando con ella en sus épocas de juventud, a su lado.
“Se ocultó muy bien el tema de los desaparecidos. Incluso aún militando bastante no se sabía qué estaba pasando. Yo me casé en el ’75 y me alejé un poco de la militancia porque me quería recibir, pero te digo que se ocultó muy bien. En general, se sabía que había represión porque había casi un muerto por día. Los Montoneros pasaron a la clandestinidad, y lo anunciaron públicamente mientras nosotros estábamos en una Asamblea, te imaginás para la gente que estaba ahí no podías salir a la calle, te daba terror. Fueron cosas terribles. Salvo los que tenían puestos de poder, no se sabía mucho. Estaba el golpe de estado en Chile, pero aún así no se te pasaba por la cabeza lo que ocurrió. Ahora que lo pienso, mi hermana que era muy militante tal vez tenía conocimientos de algunas cuestiones pero no estaba enterada de las atrocidades que se estaban cometiendo. Ella desaparece el 19 de julio de 1979, y al tiempo me llega una carta de España de un chico que había sido novio de Inés, dándome todos los detalles del grupo 332 de tareas que actuaba en la ESMA, que fue donde ella estuvo. Cuando leí la carta, en aquel momento estaba embarazada de Mariano y casi lo pierdo. No podía creer algo tan organizado y aceitado para exterminar gente. El dolor… qué decirte. Mi dolor. Mi hermana entendés? No la ví más. No conoció a mis hijos, no pudo sostener a sus sobrinos en brazos. Qué difícil se me hace seguir hablando. Mirá, en La noche de los lápices hay una escena en la que Díaz se encuentra con el padre en una plaza, el pibe hacía trabajos en las villas, era Guevarista, y el padre le pregunta, ¿en qué andás? Y el pibe le dice en nada, lo que hago yo no es nada, no pasa nada papá… Eso mismo hubiera contestado yo, qué mierda me van a llevar a mí, nosotros estábamos en contra de la lucha armada, y sin embargo te das cuenta con los años de la inconciencia de todo. Creo que el Golpe de Estado lo apoyó todo el mundo. Te cuesta vivir con eso. Te digo que en el ’85, cuando se abrió el concurso en la Facultad para el CBC yo no quería ni pisar, detestaba encontrarme con los carteles y las fotos. Después entendí que debía enfrentarme a eso. La vida sigue, pero me costó muchísimo. Es más, el día que dimos el concurso en el Aula Magma, yo me acordaba de nuestra última asamblea en ése mismo lugar. Y cuando fui a entregar el escrito me encuentro con una compañera que la habían secuestrado, la torturaron dos días y tuvo la suerte de caer en aeronáutica, por un perejil, porque a los peronistas los barrieron a todos, a los comprometidos y a los no, el marido de ella era un simpatizante nomás. Con decirte que cuando se la llevan a Leonor le preguntan si tenía la casa limpia, y Leo de los nervios le contesta “y algo limpié, no pude mucho pero algo limpié”. Bueno, me encuentro con ella y nos pusimos a llorar como locas en un abrazo interminable. Nadie entendía qué estaba pasando. A nosotras se nos pasaba todo por la piel y la cabeza. Ahora voy a la facultad a dar clases casi indiferente a los carteles y placas recordatorias. Para mí el ’83 fue atroz. Es más, me agarraron tantas anginas que tuve que ir a un especialista porque no daba más de la garganta y no podía curarme. Y el médico me dice 'a Ud. Se le murió alguien?' Yo a esa altura ya sabía todo lo que había pasado con mi hermana, por las investigaciones que había hecho mi viejo. Nunca le contesté la pregunta”.
La emoción la invadió una vez más, y ante mi silencio, volvió a ofrecerme café para llenar el ambiente con palabras que, ambas lo sabíamos, solamente cumplían la función de completar el vacío que se había generado. Seguimos hablando, y entre consejos y confesiones, me preparó un ramo de azaleas y camelias para que me llevara. Sólo las flores fueron testigos de nuestro encuentro. Perduraron dos semanas y cada mañana, al despertarme, las miraba para llenarme de vida. Jamás me voy a olvidar de Silvia y de su familia. De la incansable pelea de su padre César por encontrar a su hija menor. Jamás me voy a olvidar de Inés, y por ella y los treinta mil que no están es por quien continúo la lucha. Ese día me marcó para siempre. Hoy, en homenaje a ellos, digo NUNCA MÁS.
Inés, te llevo conmigo.

domingo, 20 de marzo de 2011

Reventar

“Tenés treinta y pico y todavía creés. No está mal, pero sería bueno que al menos intentes darte cuenta de que no todas las cosas salen de la manera que lo imaginás. Desde hace algunos meses estás intentando recibirte de licenciada en comunicación, te falta la tesina, pero ya ves, cualquier excusa es buena para no escribir. Estás enojada, no querés ni siquiera ir a terapia. Harta de tu trabajo, de la gente en general, de vos. Dejate de joder. En qué creés? En los sueños. Siempre la misma respuesta. Creés que se puede cambiar el mundo, que las personas son buenas y que el cuentito de los setenta todavía existe. No está mal, te vuelvo a repetir, pero un poco de realismo. Sos una mujer, tenés un marido que te banca en todas, qué más querés? Ahora tenés que ser madre, y recibirte. Ya está, no podés pedirle nada más a la vida”.
No importa con quién, ni cómo ni cuándo, pero me hubiera encantado continuar con la discusión aquel día. Busco trascenderme y no caer en la finitud de mujerconhijoymaridofelizparasiempre. Así de llano no.
Trascender es la lucha diaria, pelear todas mis mañanas con quien sea para salvaguardar un poco más el lugar de quien venga detrás de mí. Tener hijos, sí, pero sin detener mi mundo. Seguir estudiando eternamente, hasta el último día de mi vida. Aprender. Jugar. No abandonar nunca más mis clases de danza clásica, cuyos efectos me liberan de las caretas y me dejan ser, una hora y media, con la frecuencia de dos veces por semana, lo que en verdad soy: arte en movimiento. No lo saben muchos, igual no me importa. Creer en la pasión que me conduce, en mis sueños, en mis ganas de hacer. Creer en el cuentito que tanta bronca te da a vos como a muchos, en la revancha de aquellos años, en la continuidad de la disputa pudiendo ver los errores cometidos, e intentando llevar a cabo una revolución desde otro lugar. Una revolución visceral, desde las entrañas, donde me juegue la vida por un mundo mejor. Te vas a dar cuenta del cambio una vez realizado. De a poco, sutilmente. No estoy sola, y eso me hace grande. Y vos vas a mirarme de costado, por fuera de la película, sintiéndote claramente en el banco de suplentes por no actuar.
Así estoy. Hablando de vos frente al espejo del baño. La próxima vez te lo digo en la cara. Me lo juro.

jueves, 3 de marzo de 2011

De como una respuesta se convierte en laxante natural

Así que soy conchuda… A ver, explicame qué es ser conchuda para vos. Te cuento que  la conchudez de hoy se relaciona con la soberbia de Cristina. Qué casualidad! Una mina con carácter, con elegancia, con una cara que cuando no sonríe, te está mandando a la mierda con altura –jamás conocí a alguien que te mande con tanta altura como ella-.
Ser conchuda no es malo para mí. No me insulta. Me divierte. Si tus ganas de hacerme enojar las medís a través de este adjetivo no lo vas a lograr. Perdés. Así de simple. Y ahora que me vas a decir? Que soy conchuda hasta en la forma que tengo de decirte que sos un perdedor? Bueno, ves? Siempre es bueno que reconozcas la inteligencia de las conchudas como yo.
Me gusta ir al frente con todo, y cuando no le doy cabida al diálogo o al simple comentario, también te estoy diciendo algo. No me interesa opinar, o bien, no encuentro mi espacio a tu lado. Ó al lado de los que estén en ése momento. Pero no estoy enojada eh? Te lo digo bien. Para que entiendas, las conchudas como yo tenemos buen humor también, y estamos bien atendidas, no confundas. Otro día si querés te explico a quiénes aplica el otro insulto, pero esto que me decís ahora es especial. Me hace sentir tan poderosa.
Fijate que la conchudez de hoy es sublime. Porque de alguna manera justifica absolutamente todas mis respuestas. Para vos seguro que hay dos tipos de minas: las regaladas y nosotras. Bueno, ves? Es lógico que para tus limitaciones imagines a las mujeres dentro de estas tipificaciones. Claro que no voy a explicarte que tu madre, como no es conchuda, clasificaría entre las regaladas porque te va a caer mal, pero bueno, ya lo entenderás con el tiempo y podrás ampliar tus horizontes.
También quería decirte que tener un cargo o ser profesional debería sumar capacidad a tu cerebro y no discapacidad a tu razonamiento. Lo vamos a lograr de a poquito, primero vas a tener que entender a las mujeres como yo, y luego, si te queda espacio en la cabecita, intentamos razonar.
Entonces, repasando lo que esta conchuda te dice, para ofender sólo bastaba con tu presencia. Viste que simple era? Pero como soy tan pero tan conchuda, ya me acostumbré a vos. Así que compartir mi tiempo contigo me gratifica.
Que tengas un buen día.
Y gracias por el piropo.-

Choques

“Veo agujeros negros que representan lo que no soy”. Eso le dijo a su terapeuta aquella tarde que, como era costumbre en cada sesión, terminaría con un “dejamos acá”.
Desde hacía un tiempo le venían rondando en la cabeza sus inconclusiones. Las marchas y contramarchas de arrancar una pasión y dejarla ir por falta de tiempo, de ganas, por exceso de responsabilidad en el trabajo o bien por exceso de crítica a ella misma. Se dejaba ganar por el no puedo. Seguía caminando, pero agotada. Era una pelea permanente con su hiperkinesia. Buscaba formas de combatir los enfrentamientos pero no lograba dar con la solución. Hacía y deshacía constantemente, actuaba y aquietaba sus acciones. No daba más.
Ése día también había hablado Cristina por cadena nacional, su presidenta. La de todos los argentinos. Vio su discurso ni bien llegó de terapia, por youtube. Se emocionó como pocas veces lo había hecho con un discurso político. La emocionó la fuerza, independientemente de sus acuerdos y desacuerdos. La emocionó verla tan mujer, tan espléndida, tan segura, tan soberbia como lo era ella, tan… yegua como le decían a ambas, a ella y a la presidenta. Le encantaba ser yegua si el común denominador social llamaba así a las mujeres con carácter. Le gustó ver cómo exponía su intelectualidad sin temores, su sagacidad sin competencia. Admiró que esa mujer también fuera lo que seguramente quería ser. Y en un acto de arrojo, se sentó frente a la computadora y comenzó a escribir. Aún emocionada, comenzó a tachar todo lo referente a los razonamientos fantasiosos sobre sí misma y defenestró el menosprecio que le causaban sus creaciones –artísticas y profesionales-. Como acto reflejo, se dejó mimar: listo las cosas que más le enorgullecían. Por un momento, dejó la escritura y se perdió por la ventana del living. Pensaba. Se veía. Dio vueltas un montón de años en el tiempo como si fueran hojas de un libro y se proyectó. Ahí estaba ella, sentada en una banqueta de madera, como las que le gustan, en medio de un patio plagado de árboles. No estaba sola, había una niña a su lado y eran idénticas. Seguía pensando mientras la imagen comenzaba a emitir sonidos de voces humanas. El diálogo no se lograba entender, pero en un momento vuelve sobre la máquina y escribe su nombre. Todo lo que ella era se reducía a un nombre propio. Apagó el celular, desconectó el teléfono de su casa, apagó la computadora, se levantó y salió a caminar. Era tarde, pero esa noche no quería dormir. Había decidido descansar de sus miedos, y entonces empezó a hacer. A ser.

sábado, 26 de febrero de 2011

Un día como hoy -19 de febrero-

Todo empezó allá por el año 2000. Corría el mes de junio, finales de otoño para ser más exacta. Aquel día mi compañero llegó a la casa de mis padres temblando. Lo miré, le pregunté qué le pasaba y con la voz un tanto quebrada por los nervios me dijo emocionado: Voy a ser tío; mi hermana va a ser mamá… Nos quedamos en silencio, parados en la vereda sin escuchar a los autos que pasaban rápido, corriendo picadas en plena avenida. Se detuvo el tiempo entre él y yo. En aquel momento se me mezclaron muchas sensaciones, pero principalmente me asaltó la duda de saber si podía considerarme tía también. Nosotros éramos algo, pero no sabíamos qué. Las definiciones no nos gustaban demasiado, entonces habíamos convenido tácitamente no considerarnos novios. Nos teníamos y punto, y eso nos atrapaba. Pero ahora me tocaba definirme dentro de un título que sin dudas quería estrenar. Porque quería ser parte de esa historia, porque me emocioné tanto como él con la noticia y porque su hermana, tan hermosa y con una gran personalidad, se había criado conmigo en el mismo estudio de danzas clásicas. Casualidades de la vida, o caprichos del destino. Vaya uno a saber.

Lo abracé fuerte, lo felicité y los dos comenzamos a caminar sin rumbo hasta que se hizo de noche. El día no terminaba. Llegamos hasta la puerta de su casa, Martín aún estaba sorprendido. ¿Y Claudia? preguntó a su mamá que se asomaba al portón. No está, salió. No importa, vengo mañana, ¿querés? Y de paso comemos algo acá, le dije. Me miró, me acompañó hasta la esquina y sin darme cuenta, me dio la mano. Nunca habíamos caminado de la mano hasta ése momento. Allí supe que era tía, y nada más me importó.

La panza crecía a pasos agigantados, conocí las ecografías, los estudios que se le hacen a las mujeres embarazadas, los cambios físicos, todo a través de ése bebé que estaba por venir. “Es una nena y se va a llamar Ornella”. A partir del quinto mes, comenzamos a imaginarla, le dimos identidad a través de ese nombre tan imponente. La dibujamos con nuestras mentes, la esperamos, la vivimos, le compramos chupetes, comenzamos a habitar un mundo que jamás habíamos conocido antes. Hasta que llegó el día.

Salía de una clase de danzas y me sonó el teléfono. Urgente me dirigí hasta el sanatorio para verlo a mi compañero. Ahí estaba, más nervioso que nunca, inquieto. Comenzó a ir de un lado al otro, hasta que lo perdí de vista. Estaban su papá y su mamá, emocionados y en silencio. Pasaban los minutos y él no aparecía. Comencé a impacientarme hasta que en un momento, se acercó la enfermera para decirnos que al fin Ornella estaba entre nosotros. La felicidad invadió el sanatorio. Los flamantes abuelos me abrazaron fuerte, y de repente apareció Martín con lágrimas en los ojos. Apenas me vio dijo “nació mi sobrina”, y comenzamos a reír. En medio de tanto alboroto, se corrió una cortina de tela que daba a una habitación y vimos que alguien nos hacía señas. Era la enfermera con la chiquita en brazos. Bella. Única. Mi vida estaba en esas manitos. Latía con ella. Y ahí mismo cuando la vi, dije en voz baja mientras apoyaba la mano en el vidrio que nos separaba: Nació mi sobrina.

Hace diez años que la veo crecer. La amo tanto que no alcanzan las palabras para describir lo que me genera. Hoy celebro su cumpleaños, viéndola tan mujercita y nena a la vez, emocionándome como el primer día que me dijo tía, como el primer día que me sentí parte de su historia.

¡Feliz cumple bonita! Que se cumplan todos tus sueños.

La tía loca.

lunes, 14 de febrero de 2011

Diez consejos prácticos para mujeres modernas -yendo por la banquina-

1) Beba café. Mucho. Tome café hasta la madrugada. Sienta que no puede quedarse quieta. Rompa bien los huevos. Cuestione todo el tiempo cosas sin sentido. Adore sus bigotes, luego depile la zona. Beba más café. Si no se duerme, golpéese la cabeza contra la pared y respire hondo. Descansará. No se drogue -por ahora, en la segunda etapa va faso en lugar de adoración al bozo-.

2) Si siente que los años están haciendo estragos con su resistencia y los pechos que otrora turgentes hoy le rozan la panza, haga esta prueba: a la mañana, antes de tomar el tren, vuelva a la infancia. Si sale con el tiempo justo juegue un ring raje, salga corriendo, libere una puteada al viento y abra los esfínteres mientras salta al compás de "I'm singing in the rain". Llegue al tren transpirada. No lo disimule, es usted la del chivo. Sonría.

3) Microrrelato de autoayuda para los días femeninos: Para que la bronca no se adueñe de usted, píntese la cara de verde esperanza con alguna témpera que tenga a mano. Tírese un frasco de azúcar encima para endulzar los malos momentos. Coloque la cabeza en el freezer unos 30'', y por último, métase un palo en el culo y salga corriendo al grito de
“A volar chupetín de menta”. Verá que pronto estará calmada y feliz.

4) Si le pica la cola en el trabajo, le propongo lo siguiente: tome una birome preferentemente de color azul y vaya al baño. Coloque la misma entre sus nalgas, contraiga glúteos y camine por el toilette. Si entra una compañera, le explica que está ejercitando su letra del orto, o bien, que está dibujando castillos en al aire. Le dejará de picar seguro. Finalmente sonría. Salga a la vida.

5) Noche de viernes: Se compra un vinito tinto, lo descorcha y se sirve una buena cantidad. Se dirige al baño con la copa, le hace chinchín al espejo, y luego, fondo blanco. Vuelve al living, repite la secuencia hasta acabar la botella. En el último chinchín intenta eructar mirándose al espejo. Se dice provecho, se ríe, baila una cumbia y se unta la cara con aceite de oliva. Siéntase tomate perita. Duerma contenta.

6) Calor. De repente se levanta a la mañana y descubre que su mentón tiene un vello negro. Se da cuenta de que es primavera, que todo florece, y entonces: Por qué Ud. no? Decórese. Pinte una flor en el pelo de su barba, hágase un lunar en el bozo y dibuje sus cejas unidas. Coloque en sus pechos dos tazas y en el culo un cartel que diga Frida Cardo. Sonría y mueva sus curvas en el subte. Nalgada al chancho y a vivir.

7) ¿Espera un llamado especial? ¿Está ansiosa? Corra al espejo. Mírese. Repita en voz alta: "ansiedad peculiar, llamará pa' culear". Dígalo reiteradas veces. Grítelo. Sacuda las caderas al ritmo de "lindo capullo de alelí". Tírese un beso y pégueselo en la frente. Shhh, suena. Atienda. Si es él, mándelo a cagar por las dudas. Hoy: cavado y tira de cola para Ud. solita!!!!.

8) Tiene mal de amores? Haga lo siguiente: tome un puñado de sal gruesa y colóquelo en su silla. Siéntese tranquila intentando moler los granos con su cola. Luego levántese y coloque lo que quedó de sal en una olla con agua. Por último, siéntese en la olla así se le traba el culo y vaya a comprar flores para Ud. al grito
de "la sal de la vida la tengo en esta cacerola!". Sonría. Abrácese mientras camina.

9) Reviva su rostro. Coloque dos rodajas de pepino en sus ojos, zanahoria rallada en sus mejillas, un huevo duro en la nariz y remolacha en sus labios. Sale a gusto. Conquístelo con esta máscara, déjese comer. Lea junto con él de vez en cuando el diario Olé. Si están mirando un partido, grite “Ehhhhhh puto eso fue falta”, tocándose un huevo imaginario. Serán felices seguro.

10) Aprendiendo a manejar? Piérdale el miedo. Decore la palanca de cambio con una carita de cartulina color rosa y sonriente. Si la putean, agarre la carita y salude a quien le dijo el improperio. Toque bocina sin parar y vaya todo el tiempo con las luces de giro puestas para que no se olvide de ponerlas en caso de necesitarlas, y de paso despistar a quien se atreva a seguirla. Sea feliz.