"(...) Toda comprensión intensa es finalmente la revelación de una profunda incomprensión. Todo momento de hallar es un perderse a uno mismo". Clarice Lispector
lunes, 19 de diciembre de 2011
Un estado de sitio que no fue
sábado, 17 de diciembre de 2011
CURSO DE PREPARTO: Una manera de anular la seducción en la pareja pero siempre con felicidad (¿?)
- Primera charla de preparto: Una va con ansias, esperanzada de salir alegre y despreocupada, sin pensar en lo que la espera. El encuentro fue bizarro desde las parejas presentes hasta las preguntas que se hicieron. Una embarazada dice "con el primero la teta se la di hasta los tres meses. Fue el año de la gripe A, y lo único que pensaba era si se me enfermaba el bebe". Inyección de felicidad. Luego de esa declaración más que alentadora, nos dijeron que a partir de ahora tengo que llevar un pañal a cuestas por si rompo bolsa. Según la partera "el pañal puede retener un litro de líquido así que si rompen bolsa se ponen un pañalito del bebe. Eso sí, no me llamen para decirme que no les abrocha. Les juro que me pasó". Listo. Me paré, canté bingo, me sobé las tetas como me explicaron ahí mismo y seguí escuchando atenta. No creo que resista todas las reuniones. Y aparte, la pudrí con una chiquita que vino a hablar de parte de una empresa privada de células madre q me quería hacer completar los datos "por si te interesa". Le dije "no me interesa, y no es obligatorio que deje mis datos". Lindo. Soy feliz (?)
- Finalmente vencí mis prejuicios y decidí ir a la segunda charla de preparto. Fue bastante jugosa, aunque no tanto como la primera. La partera insistió con lo de las tetas, y tanto nos dijo que prendamos y apaguemos los pezones que cada vez que me miro en bolas al espejo veo la cara de Lapegûe en cada goma saludándome. Esto no es sano... además, tengo que empezar a respirar llevando el aire al abdomen, en el mismo momento abrir las piernas, hacer fuerza sin soltar el aire, quedarme con las piernas abiertas, largar el aire y "disfrutar" de ese momento. Ok, avísenme cómo se vuelve a seducir después de que mi compañero vea esta imagen... no creo que garchemos más... Y a eso se le suma que me salió una línea marrón en la barriga. Bien, queda especial (ponele)
- En la tercera y cuarta charla de preparto hubo rateada pero tengo mis motivos mucho más que válidos. La realidad es que nadie te dice la posta sobre lo que te va a pasar con un bepi en la panza. El discurso naif que te venden es el famoso “el mejor estado es el de la mujer embarazada”… las pelotas! Resulta que el día que tenía que ir a la tercera charla en cuestión, unos pinchazos agudísimos comenzaron a acosarme justo en mis genitales. "Macanudo" pensé. Caminar me era costoso, y tratar de caminar sin parecer paspada más. Además de eso, la baja presión arterial se apoderó de mí y continuó una semana en mi ánimo por la ola de calor que hubo. Conclusión: Cuarta charla también al tacho. Parecía Bambi después de su primera vez: me temblaban las piernitas tan solo con levantarme para ir de la pieza al baño. Y la frutilla del postre??? Una hernia inguinal justo debajo de la panza que el médico catalogó como “normal, se va sola”… Bien, ¿alguien que ayude a cortarme los huevos imaginarios???
- Quinta charla: simulacro de cesárea. Sí, así como lo leen. A esta altura la partera me parecía una eminencia, y más allá de lo raro del encuentro, no puedo negar que la mina la tiene clara. El simulacro constó de un bebote Yolybell que: a) Podía enroscarse en el cordón umbilical b) No entraba al canal de parto c) Estaba de manera horizontal en la panza y no se ponía de cabeza. Esos tres ejemplos bastaron para explicar la posibilidad de intervención quirúrgica mientras el estómago se me iba frunciendo al mismo tiempo que mi importante culo: terror me daba de solo pensarlo. Lo mejor fue cuando la partera se dirigió a los padres: “Uds no van a ver un espectáculo. No quiero que filmen ni se pongan del lado del obstetra. ¡¿Saben cuántos casos de eyaculación precoz e impotencia hay luego de que el hombre vea cómo sale el bebé del vientre de su mujer?!”… en fin, insisto: cómo volver a coger luego de ser madre y no morir en el intento… El broche de oro fue la pregunta de una de las concurrentes: “Yo me mojo bastante… habré roto bolsa?” La cara de todos fue primero de susto y luego comenzaron las risas cuando escuchamos la respuesta: “Es normal que te mojes, es más, probablemente tengas incontinencia urinaria”. Precioso. Seductor.
- Última charla: Lactancia. Y acá sí me terminé de convencer que no nací para ser madre, pero le voy a poner voluntad. Además de la preparación de los pezones que me explicaron al principio, durante la cual logré que los míos sintonicen la Rock and Pop, aprendí que el bebé se te “prende” a las tetas no solamente de la punta del pezón sino que tiene que abrir bien la boca para que le encastres toda la areola y no se te agrieten. Más allá de eso, lo que quedó en claro es que el pibe te lastima igual. Canto a la vida! Para mayor info, la saliva del bebé es ácida, entonces cada vez que toma me tengo que lavar las gomas. Y además, el consejo que repitió la partera a cada rato es que tengo “que airear las lolas”. Pensé en recibir a todo el mundo en tetas, pero no creo que sea correcto. “Cuanto más tiempo estén con las mamas al aire, mejor. Ojo, miren que van a chorrear leche, ténganlo en cuenta”. Mi cabeza no paró de imaginarme bajando a abrir la puerta del depto, salpicando leche por el hall del edificio y cantando “I’m singing in the rain”. Algo extraño: si el bebé no toma de las dos tetas porque se llenó con una, la otra me la tengo que ordeñar. Con mi compañero nos miramos y automáticamente comenzamos a reír. Siempre soñé con vivir en el campo… así que tal vez pongamos un tambo en casa. Por algo se empieza.
sábado, 15 de octubre de 2011
Algunas recomendaciones
miércoles, 21 de septiembre de 2011
La Bohème
jueves, 25 de agosto de 2011
En crisis. De como mi vida pasó a transformarse en tuya
Te voy a explicar algunas cuestiones: Desde hace unos meses no puedo correr. Saltar menos, y bailar como lo hacía antes hasta ahí. La decisión es mía eh? pura y exclusivamente mía más allá de los consejos del doctor. A ver, disfruto de mi tiempo de otra manera, pero extraño demasiado mi hiperkinesia que no dejaba sentar a nadie a mi alrededor. Así de molesta era... Ahora no soy yo solamente la que va por la vida sino dos personas, entonces cuando hago muchas cosas vos me reclamás quietud y tranquilidad de una forma poco convencional si se quiere pero válida, claro. No te recrimino, no te enojes, simplemente te digo que me duelen las patadas cerca del pubis, tratá de enfocar un poco más arriba y no me endurezcas la panza porque no me gusta. Por otro lado, las vitaminas de hierro no están buenas. Las repito, vos también, lo sé, no lo niegues. Tampoco me dejás comer chocolate. Ni kiwi. Ni medallones de menta. Ni puedo tomar Fernet ilimitadamente. Ahora me hacés tomar mate cocido, café con leche a cualquier hora y querés comer jamón crudo cuando se te antoja. Está bueno pero no del todo. Me gusta lo que elegís aunque no puedo brindar para festejar. No te rías porque me pican los pechos. Esto va en serio.
Por eso hijo cuando me leas, voy estar a tu lado abrazándote fuerte mientras te digo al oído que te amo más allá de todo.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Reacciones adversas
-Bueno, entonces ahora vamos a salir a caminar y de paso, me acompañás al doctor.
-¿Para mí?
-No, para mí. Vamos a ver a mi doctor y después a la calesita.
La charla duró lo mismo que tardaron en llegar al consultorio. Caminaron lentamente las cuadras de la avenida. La niña jugaba con las baldosas mientras la madre la tironeaba del brazo para que caminara evitando el zigzag que la mareaba bastante. Llegaron y esperaron hasta ser atendidas cantando canciones de Piluso y Coquito. No les importaba la gente que estaba en la sala, de hecho, se convirtieron en la atracción del lugar.
Al llegar su turno, entraron las dos como a los empujones, una más ansiosa que la otra. La pequeña porque le encantaban los caramelos que le daba el médico, lógico. Él las miró, sonrió como siempre, tendió su mano llena de Sugus masticables para la niña (prohibidísimos fuera de allí) y con la otra, entregó un sobre a la mamá. Sin palabras, el sobre fue guardado en la cartera al tiempo que la única voz masculina que las acompañaba en el consultorio decía felicitaciones.
Al salir y hacer un par de cuadras, la madre detuvo su marcha emocionada y se agachó para estar a la altura de la jovencita de no más de cinco años.
-Te voy a contar una cosa, pero me tenés que prometer que no le vas a decir a papá así le damos la sorpresa entre las dos.
Silencio.
-Mamá tiene en la panza un hermanito para vos, y va a llegar muy pronto para que puedas jugar con él.
La nena no le quitó los ojos de encima. En el mismo instante que la mujer quiso abrazarla, comenzó a sentir que sus pies se estaban salpicando con agua.
-No aguanté… Prometeme que es un varón.
Los hechos pudieron no haberse dado exactamente en este orden o con todos los detalles contados. Lo cierto es que años después, casi 32 diría con exactitud, entiendo por qué amo tanto a mi hermana y no me imagino la vida sin ella. Nací mujer y aunque mucho no le gustó en un principio mi llegada femenina, me tomó de la mano desde el primer momento sin soltarla jamás. En unos días viajará al exterior por estudios, serán dos años nuevamente de alejamiento físico. Hoy recordé esta anécdota que de alguna manera viví del lado de adentro de mi vieja. Siento que desde el instante en que comencé a latir, sin decirme nada, mi hermana me regaló el calor de su manito. Y ninguna distancia me quitará ese calor.
Ninguna.
sábado, 16 de abril de 2011
Historias
Resolvieron salir a caminar. Ella dejó la comida a medio terminar, agarró las llaves, se puso unas ojotas y comenzaron a recorrer el barrio casi sin hablarse. En un momento, llegaron a la puerta de una iglesia. Era domingo y había misa. Sus estudios primarios y secundarios estuvieron atados a una educación católica que terminó dejándola seca de creencias. Aún así, él, ateo, se detuvo en la puerta. Vamos, no me gustan las misas le dijo ella sin siquiera mirar la arquitectura del lugar. Pidamos fecha, vos me dijiste que te gustaría casarte por Iglesia por tu viejo, bueno, dale, pidamos fecha. Si yo me tengo que bautizar, no nos casamos por acá, sólo hacemos el civil. Si me dejan casarme así, ya lo arreglamos. Muda. Quieta. Sólo le comentó que era domingo y seguramente no les iban a dar bolilla.
Terminó la misa y ése día se cumplían 20 años de antigüedad en la institución del cura que había brindado la ceremonia. Por esta razón, el señor gordo con túnica violácea salió a saludar a sus “fieles”. Ella continuaba inmóvil. Él, ni bien lo vio afuera, lo abordó y le dijo nos queremos casar, ¿Ud nos informa? Así de bizarro.
El hombre les indicó que seguramente se tenían que casar por obra de Dios, porque por ser la celebración de sus 20 años como sacerdote, la secretaría estaba abierta como excepción. Los llevó hasta la puerta de la misma, y los atendieron.
La historia cuenta que aquel domingo fijaron fecha de casamiento para un 18 de abril, y que durante el resto del día no se hablaron. Por la tarde ella volvió a salir, y él, en cambio, quiso quedarse en el departamento. Estaban felices pero eran bastante particulares con sus sentimientos. Siempre habían preferido la soledad frente a hechos que los conmovían.
A medida que fueron pasando los días, ambos comenzaron a darle forma a su casamiento. Sin un mango, tratando de sobrellevar los problemas cotidianos, decidieron festejar a su manera: con amigos, familiares directos y muchísimo baile. Así eran.
A dos días de celebrar su casamiento por civil que estaba fijado para el 16 de abril, accedieron a los anillos de oro. No habían podido comprarlos, no les alcanzaba la plata, entonces sus padres fundieron los aros y alhajas de los abuelos para poder hacerlos. Ese fue su regalo.
No obstante, ambos querían reflejar su amor por la política y la historia argentina en aquella ceremonia. Era el momento de celebrar la unión entre ambos, pero también la unión de convicciones, de lucha y de apasionamientos que tanto los había enamorado a lo largo de sus vidas. Decidieron entonces grabar los anillos.
Durante el noviazgo, ambos habían leído "El Presiedente que no fue" de Miguel Bonasso, tal vez aquello los marcó bastante. Cuando comenzaron a hablar del grabado de los anillos, se miraron, sonrieron y no dudaron un instante en elegir la palabra. Sus nombres, la fecha, y aquella palabra. Iba a ser su secreto, su complicidad. ¿Qué quiere decir?... TE AMO, en chino mandarín…
La leyenda los mantiene vivos, y hoy se cumple un aniversario más de aquella historia de amor. Con el tiempo se develó el misterio del grabado, y fue así como aquella ceremonia, la cual fue histórica e irónica para una institución como la Iglesia, quedó sellada con el intercambio de anillos de oro. Cuentan que la palabra que atravesó la vida de ambos personajes fue ni más ni menos que L.O.M.J.E.: LIBRES O MUERTOS, JAMAS ESCLAVOS.
Los anillos aún son buscados como testimonio de su existencia.
lunes, 4 de abril de 2011
Masculinidades
Independientemente de todos estos condimentos, mi viejo sabe que con una palabra puede desarmarme. Eso me llena de bronca. En mis sesiones de terapia estoy tratando el tema del género, de mi femineidad combinada con el carácter fuerte, mi hablar despreocupado y maleducado a veces, los desafíos, la competencia. Hete aquí que en un momento dado, en medio de una catarata de voces inconscientes que estaba dejando soltar en el diván, no tengo la mejor idea que decir “me di cuenta de que compito con los hombres”. Mi terapeuta, sagaz, guacho bah, me dice: “es que tu problema es ese. Con-pito”. Ja. Me fui patinando de aquella sesión, enojada, ofendida. No me falta nada, me sobran huevos, le dije. Y me fui. Bueno, no fue tan así. Lo pensé pero no se lo dije. Es hombre, no lo va a entender. Sucede que a medida que pasa el tiempo tiendo a acentuar cada vez más esta lucha de poderes, poniéndome en un lugar que tal vez, no es que no me corresponda, sino que no es del todo inteligente. Por tal motivo, pierdo. Y no lo tolero.
Hoy pasó eso con mi papá, que es hombre, claro. Y discutimos acerca de la moralina de no molestar a los vecinos con ruidos hasta altas horas de la madrugada, por una comida que quiero realizar. No es cualquier reunión. Es una despedida entre otras cosas. Se va mi hermana del país nuevamente, y necesito estar en la casa de mis viejos con mis afectos. Defendiendo la alegría, como decía Benedetti, así, como una trinchera. Bailando, con música fuerte, brindando por su partida, por nuestros años compartidos, porque somos hermanas, porque nos amamos. Eso quiero.
En el momento más álgido de la charla, llegó mi compañero. Al cortar con mi papá, que en el medio de la conversación se me habían pasado mil cosas para decirle acerca del festejo “no entendés porque los radicales son amargos, no saben hacer asado, no entienden lo que es comer un chori, son aburridos”. Pero bueno, me controlé, mezclar todo no era la cuestión. Como decía, mi compañero me comentó la posibilidad de realizar parte de la reunión en la casa de mis viejos y luego en un bar. Así de simple. Sencillo. Pensamiento no rebuscado diría Cobos… Hombre, de nuevo.
En fin. Es una descarga. No pretendo ponerle un remate al texto. Remarco que no me falta nada, a vos te lo digo, Ricardo, que no sé por qué carajo te elegí varón para hacer análisis.
Bueno, lo único que quiero ahora es dejar de pensar. Ah, y mañana no voy a terapia. No se me cantan las bolas –que no tengo, pero me sobran-.
jueves, 24 de marzo de 2011
Desde mis entrañas
Lo conocí una tarde de sol a través de los ojos de Silvia, su hija mayor. Concurrí a su casa en busca de algunas respuestas a tantas preguntas que la historia argentina aún se encarga de dejarme inconclusas. Me encontré con una mujer llena de fuerzas, surcada por la lucha incansable de mantenerse entera a pesar de las desapariciones. Más exactamente, a pesar de la desaparición de su hermana Inés.
“El clima de los '70 era realmente apasionante. Yo creo que terminé la facultad por la política. Después se tornó todo en algo tan terrible que lógicamente te cuestionás miles de cosas. Nadie se imaginaba que iba a terminar así, nadie. Llegó un momento que había un muerto por hora, antes de la dictadura incluso. Fue terrible” me decía aquella tarde, gesticulando con sus manos y sus ojos el horror de lo vivido.
Con la excusa de realizar mi tesina, con la idea de explicar la circulación de la creencia social estamos gobernados por montoneros, fui a conocer a Silvia intentando encontrar en ella todas mis contradicciones resueltas. “Te voy a contar cómo fue mi historia. Yo empecé a militar con la facultad. Iba a Exactas, en el '66 fue la noche de los Bastones Largos, echaron a muchísimos profesores y muchos otros renunciaron en masa. Llegué a una facultad que era un desastre. Por mi familia y tal vez mi crianza, siempre tuve inquietudes, eso sí, vivía en un ambiente muy pequeño burgués. Pero fui a una escuela piola, a una escuela del estado. Tenía además un montón de amigos en el barrio, casi todos re católicos, así que nada que ver... Pero bueno siempre me interesó la política. Nosotros apoyábamos a la Alianza Popular Revolucionaria, en la época en que ganó Cámpora... no le fue tan mal” me contaba. Mientras tanto, en mi cabeza se tejía mi historia, disímil en muchos aspectos, lejana de aquellos años, pero marcada a fuego por el golpe de Estado. Pensaba en mi año de nacimiento, 1979, y no podía dejar de imaginar qué hubiese sido de mi vida si en aquel año hubiera tenido 17. Tal vez hoy no estaría acá.
Silvia seguía hablando. “Te cuento una anécdota, yo todavía no militaba pero estaba en el centro de estudiantes, y un día llegué a mi casa y escuché en Radio Colonia, la voz de Ariel Delgado diciendo que repatriaban el cadáver de Evita. Yo estaba fascinada, no te imaginás. Agarré mis bártulos y me fui. Ése día volví a cualquier hora a mi casa, no me importaba nada. Era muy interesante. Por eso te digo que a mí me atrapó la política. Había mucha discusión, todo el mundo estaba discutiendo algo. Las cosas pasaban a tal velocidad que a veces te pasaba la vida y no te dabas cuenta”. Sin darme cuenta, su relato comenzó a estremecer mis sentidos. No estaba ahí, estaba en su memoria. Estaba caminando con ella en sus épocas de juventud, a su lado.
“Se ocultó muy bien el tema de los desaparecidos. Incluso aún militando bastante no se sabía qué estaba pasando. Yo me casé en el ’75 y me alejé un poco de la militancia porque me quería recibir, pero te digo que se ocultó muy bien. En general, se sabía que había represión porque había casi un muerto por día. Los Montoneros pasaron a la clandestinidad, y lo anunciaron públicamente mientras nosotros estábamos en una Asamblea, te imaginás para la gente que estaba ahí no podías salir a la calle, te daba terror. Fueron cosas terribles. Salvo los que tenían puestos de poder, no se sabía mucho. Estaba el golpe de estado en Chile, pero aún así no se te pasaba por la cabeza lo que ocurrió. Ahora que lo pienso, mi hermana que era muy militante tal vez tenía conocimientos de algunas cuestiones pero no estaba enterada de las atrocidades que se estaban cometiendo. Ella desaparece el 19 de julio de 1979, y al tiempo me llega una carta de España de un chico que había sido novio de Inés, dándome todos los detalles del grupo 332 de tareas que actuaba en la ESMA, que fue donde ella estuvo. Cuando leí la carta, en aquel momento estaba embarazada de Mariano y casi lo pierdo. No podía creer algo tan organizado y aceitado para exterminar gente. El dolor… qué decirte. Mi dolor. Mi hermana entendés? No la ví más. No conoció a mis hijos, no pudo sostener a sus sobrinos en brazos. Qué difícil se me hace seguir hablando. Mirá, en La noche de los lápices hay una escena en la que Díaz se encuentra con el padre en una plaza, el pibe hacía trabajos en las villas, era Guevarista, y el padre le pregunta, ¿en qué andás? Y el pibe le dice en nada, lo que hago yo no es nada, no pasa nada papá… Eso mismo hubiera contestado yo, qué mierda me van a llevar a mí, nosotros estábamos en contra de la lucha armada, y sin embargo te das cuenta con los años de la inconciencia de todo. Creo que el Golpe de Estado lo apoyó todo el mundo. Te cuesta vivir con eso. Te digo que en el ’85, cuando se abrió el concurso en la Facultad para el CBC yo no quería ni pisar, detestaba encontrarme con los carteles y las fotos. Después entendí que debía enfrentarme a eso. La vida sigue, pero me costó muchísimo. Es más, el día que dimos el concurso en el Aula Magma, yo me acordaba de nuestra última asamblea en ése mismo lugar. Y cuando fui a entregar el escrito me encuentro con una compañera que la habían secuestrado, la torturaron dos días y tuvo la suerte de caer en aeronáutica, por un perejil, porque a los peronistas los barrieron a todos, a los comprometidos y a los no, el marido de ella era un simpatizante nomás. Con decirte que cuando se la llevan a Leonor le preguntan si tenía la casa limpia, y Leo de los nervios le contesta “y algo limpié, no pude mucho pero algo limpié”. Bueno, me encuentro con ella y nos pusimos a llorar como locas en un abrazo interminable. Nadie entendía qué estaba pasando. A nosotras se nos pasaba todo por la piel y la cabeza. Ahora voy a la facultad a dar clases casi indiferente a los carteles y placas recordatorias. Para mí el ’83 fue atroz. Es más, me agarraron tantas anginas que tuve que ir a un especialista porque no daba más de la garganta y no podía curarme. Y el médico me dice 'a Ud. Se le murió alguien?' Yo a esa altura ya sabía todo lo que había pasado con mi hermana, por las investigaciones que había hecho mi viejo. Nunca le contesté la pregunta”.
La emoción la invadió una vez más, y ante mi silencio, volvió a ofrecerme café para llenar el ambiente con palabras que, ambas lo sabíamos, solamente cumplían la función de completar el vacío que se había generado. Seguimos hablando, y entre consejos y confesiones, me preparó un ramo de azaleas y camelias para que me llevara. Sólo las flores fueron testigos de nuestro encuentro. Perduraron dos semanas y cada mañana, al despertarme, las miraba para llenarme de vida. Jamás me voy a olvidar de Silvia y de su familia. De la incansable pelea de su padre César por encontrar a su hija menor. Jamás me voy a olvidar de Inés, y por ella y los treinta mil que no están es por quien continúo la lucha. Ese día me marcó para siempre. Hoy, en homenaje a ellos, digo NUNCA MÁS.
Inés, te llevo conmigo.
domingo, 20 de marzo de 2011
Reventar
No importa con quién, ni cómo ni cuándo, pero me hubiera encantado continuar con la discusión aquel día. Busco trascenderme y no caer en la finitud de mujerconhijoymaridofelizparasiempre. Así de llano no.
Trascender es la lucha diaria, pelear todas mis mañanas con quien sea para salvaguardar un poco más el lugar de quien venga detrás de mí. Tener hijos, sí, pero sin detener mi mundo. Seguir estudiando eternamente, hasta el último día de mi vida. Aprender. Jugar. No abandonar nunca más mis clases de danza clásica, cuyos efectos me liberan de las caretas y me dejan ser, una hora y media, con la frecuencia de dos veces por semana, lo que en verdad soy: arte en movimiento. No lo saben muchos, igual no me importa. Creer en la pasión que me conduce, en mis sueños, en mis ganas de hacer. Creer en el cuentito que tanta bronca te da a vos como a muchos, en la revancha de aquellos años, en la continuidad de la disputa pudiendo ver los errores cometidos, e intentando llevar a cabo una revolución desde otro lugar. Una revolución visceral, desde las entrañas, donde me juegue la vida por un mundo mejor. Te vas a dar cuenta del cambio una vez realizado. De a poco, sutilmente. No estoy sola, y eso me hace grande. Y vos vas a mirarme de costado, por fuera de la película, sintiéndote claramente en el banco de suplentes por no actuar.
Así estoy. Hablando de vos frente al espejo del baño. La próxima vez te lo digo en la cara. Me lo juro.
jueves, 3 de marzo de 2011
De como una respuesta se convierte en laxante natural
Choques
sábado, 26 de febrero de 2011
Un día como hoy -19 de febrero-
Todo empezó allá por el año 2000. Corría el mes de junio, finales de otoño para ser más exacta. Aquel día mi compañero llegó a la casa de mis padres temblando. Lo miré, le pregunté qué le pasaba y con la voz un tanto quebrada por los nervios me dijo emocionado: Voy a ser tío; mi hermana va a ser mamá… Nos quedamos en silencio, parados en la vereda sin escuchar a los autos que pasaban rápido, corriendo picadas en plena avenida. Se detuvo el tiempo entre él y yo. En aquel momento se me mezclaron muchas sensaciones, pero principalmente me asaltó la duda de saber si podía considerarme tía también. Nosotros éramos algo, pero no sabíamos qué. Las definiciones no nos gustaban demasiado, entonces habíamos convenido tácitamente no considerarnos novios. Nos teníamos y punto, y eso nos atrapaba. Pero ahora me tocaba definirme dentro de un título que sin dudas quería estrenar. Porque quería ser parte de esa historia, porque me emocioné tanto como él con la noticia y porque su hermana, tan hermosa y con una gran personalidad, se había criado conmigo en el mismo estudio de danzas clásicas. Casualidades de la vida, o caprichos del destino. Vaya uno a saber.
Lo abracé fuerte, lo felicité y los dos comenzamos a caminar sin rumbo hasta que se hizo de noche. El día no terminaba. Llegamos hasta la puerta de su casa, Martín aún estaba sorprendido. ¿Y Claudia? preguntó a su mamá que se asomaba al portón. No está, salió. No importa, vengo mañana, ¿querés? Y de paso comemos algo acá, le dije. Me miró, me acompañó hasta la esquina y sin darme cuenta, me dio la mano. Nunca habíamos caminado de la mano hasta ése momento. Allí supe que era tía, y nada más me importó.
La panza crecía a pasos agigantados, conocí las ecografías, los estudios que se le hacen a las mujeres embarazadas, los cambios físicos, todo a través de ése bebé que estaba por venir. “Es una nena y se va a llamar Ornella”. A partir del quinto mes, comenzamos a imaginarla, le dimos identidad a través de ese nombre tan imponente. La dibujamos con nuestras mentes, la esperamos, la vivimos, le compramos chupetes, comenzamos a habitar un mundo que jamás habíamos conocido antes. Hasta que llegó el día.
Salía de una clase de danzas y me sonó el teléfono. Urgente me dirigí hasta el sanatorio para verlo a mi compañero. Ahí estaba, más nervioso que nunca, inquieto. Comenzó a ir de un lado al otro, hasta que lo perdí de vista. Estaban su papá y su mamá, emocionados y en silencio. Pasaban los minutos y él no aparecía. Comencé a impacientarme hasta que en un momento, se acercó la enfermera para decirnos que al fin Ornella estaba entre nosotros. La felicidad invadió el sanatorio. Los flamantes abuelos me abrazaron fuerte, y de repente apareció Martín con lágrimas en los ojos. Apenas me vio dijo “nació mi sobrina”, y comenzamos a reír. En medio de tanto alboroto, se corrió una cortina de tela que daba a una habitación y vimos que alguien nos hacía señas. Era la enfermera con la chiquita en brazos. Bella. Única. Mi vida estaba en esas manitos. Latía con ella. Y ahí mismo cuando la vi, dije en voz baja mientras apoyaba la mano en el vidrio que nos separaba: Nació mi sobrina.
Hace diez años que la veo crecer. La amo tanto que no alcanzan las palabras para describir lo que me genera. Hoy celebro su cumpleaños, viéndola tan mujercita y nena a la vez, emocionándome como el primer día que me dijo tía, como el primer día que me sentí parte de su historia.
¡Feliz cumple bonita! Que se cumplan todos tus sueños.
La tía loca.
lunes, 14 de febrero de 2011
Diez consejos prácticos para mujeres modernas -yendo por la banquina-
1) Beba café. Mucho. Tome café hasta la madrugada. Sienta que no puede quedarse quieta. Rompa bien los huevos. Cuestione todo el tiempo cosas sin sentido. Adore sus bigotes, luego depile la zona. Beba más café. Si no se duerme, golpéese la cabeza contra la pared y respire hondo. Descansará. No se drogue -por ahora, en la segunda etapa va faso en lugar de adoración al bozo-.
2) Si siente que los años están haciendo estragos con su resistencia y los pechos que otrora turgentes hoy le rozan la panza, haga esta prueba: a la mañana, antes de tomar el tren, vuelva a la infancia. Si sale con el tiempo justo juegue un ring raje, salga corriendo, libere una puteada al viento y abra los esfínteres mientras salta al compás de "I'm singing in the rain". Llegue al tren transpirada. No lo disimule, es usted la del chivo. Sonría.
3) Microrrelato de autoayuda para los días femeninos: Para que la bronca no se adueñe de usted, píntese la cara de verde esperanza con alguna témpera que tenga a mano. Tírese un frasco de azúcar encima para endulzar los malos momentos. Coloque la cabeza en el freezer unos 30'', y por último, métase un palo en el culo y salga corriendo al grito de “A volar chupetín de menta”. Verá que pronto estará calmada y feliz.
4) Si le pica la cola en el trabajo, le propongo lo siguiente: tome una birome preferentemente de color azul y vaya al baño. Coloque la misma entre sus nalgas, contraiga glúteos y camine por el toilette. Si entra una compañera, le explica que está ejercitando su letra del orto, o bien, que está dibujando castillos en al aire. Le dejará de picar seguro. Finalmente sonría. Salga a la vida.
5) Noche de viernes: Se compra un vinito tinto, lo descorcha y se sirve una buena cantidad. Se dirige al baño con la copa, le hace chinchín al espejo, y luego, fondo blanco. Vuelve al living, repite la secuencia hasta acabar la botella. En el último chinchín intenta eructar mirándose al espejo. Se dice provecho, se ríe, baila una cumbia y se unta la cara con aceite de oliva. Siéntase tomate perita. Duerma contenta.
6) Calor. De repente se levanta a la mañana y descubre que su mentón tiene un vello negro. Se da cuenta de que es primavera, que todo florece, y entonces: Por qué Ud. no? Decórese. Pinte una flor en el pelo de su barba, hágase un lunar en el bozo y dibuje sus cejas unidas. Coloque en sus pechos dos tazas y en el culo un cartel que diga Frida Cardo. Sonría y mueva sus curvas en el subte. Nalgada al chancho y a vivir.
7) ¿Espera un llamado especial? ¿Está ansiosa? Corra al espejo. Mírese. Repita en voz alta: "ansiedad peculiar, llamará pa' culear". Dígalo reiteradas veces. Grítelo. Sacuda las caderas al ritmo de "lindo capullo de alelí". Tírese un beso y pégueselo en la frente. Shhh, suena. Atienda. Si es él, mándelo a cagar por las dudas. Hoy: cavado y tira de cola para Ud. solita!!!!.
8) Tiene mal de amores? Haga lo siguiente: tome un puñado de sal gruesa y colóquelo en su silla. Siéntese tranquila intentando moler los granos con su cola. Luego levántese y coloque lo que quedó de sal en una olla con agua. Por último, siéntese en la olla así se le traba el culo y vaya a comprar flores para Ud. al grito de "la sal de la vida la tengo en esta cacerola!". Sonría. Abrácese mientras camina.
9) Reviva su rostro. Coloque dos rodajas de pepino en sus ojos, zanahoria rallada en sus mejillas, un huevo duro en la nariz y remolacha en sus labios. Sale a gusto. Conquístelo con esta máscara, déjese comer. Lea junto con él de vez en cuando el diario Olé. Si están mirando un partido, grite “Ehhhhhh puto eso fue falta”, tocándose un huevo imaginario. Serán felices seguro.
10) Aprendiendo a manejar? Piérdale el miedo. Decore la palanca de cambio con una carita de cartulina color rosa y sonriente. Si la putean, agarre la carita y salude a quien le dijo el improperio. Toque bocina sin parar y vaya todo el tiempo con las luces de giro puestas para que no se olvide de ponerlas en caso de necesitarlas, y de paso despistar a quien se atreva a seguirla. Sea feliz.