Nacemos a la fuerza, no porque querramos. Salimos a la vida que no buscamos. Crecemos. Nos rompemos. Nos arreglamos. Nos golpeamos. Nos herimos. Nos necesitamos. Cargamos con mandatos en una mochila que no tenemos ganas de llevar. Nos amargamos. Sonreímos con vergüenza. Peleamos. Gozamos. Nos vestimos en un mundo que nos despoja de verdades. Nos desnudamos en una situación de intimidad porque aprendimos las normas sociales. Respetamos leyes, consejos, frases motivacionales sin sentido y tenemos un amigo fanático de El Secreto que nos parece una pelotudez, pero no se lo decimos. Aprendemos. Nos ignoramos. Leemos. Dibujamos. Mentimos. Hacemos de cuenta qué. Nos situamos en la vereda de enfrente. Somos funcionales a todo. Somos disfuncionales a nosotros mismos. Cantamos. Bailamos a solas porque el público, que sabe de profesionalismos, nos juzga si lo hacemos mal. Votamos sin saber. Sabemos sin estudiar. Estudiamos sin pasión. Amamos sin desear. Deseamos imposibles para sentirnos frustrados. Fracasamos. Emprendemos. Nos conformamos con poco. Ambicionamos demasiado. Pedimos cambios a personas que son como son. Intentamos ser como nos condenaron a ser. Sufrimos. Buscamos una felicidad que nadie en su puta vida encontró. Nos desesperamos. Nos arreglamos para una fiesta que siempre termina mal. Nos peinamos todos los días para estar prolijos frente a tanto caos. Somos ridículos. Somos actores. Somos farsantes. Somos sensibles. Nos emocionamos a cada instante sin demostrarlo vaya a saber por qué. Tenemos hijos que nos enseñan a ser padres y padres a los que reprochamos. Tenemos sangre, piel, brillo en los ojos y autenticidad que sólo aparecen cuando nos permitimos vivir. Tenemos recuerdos y miles de sueños. Tenemos hambre de abrazos, sed de besos, incontinencia verbal y convulsiones impulsivas extremas. Nos chocamos. Nos miramos. Nos respiramos. Nos tenemos. Por fin nos deseamos. Avanzamos. Retrocedemos. Nos arrepentimos. Volvemos a intentarlo. Nos pasa la vida. Nos corre la muerte. Nos atrapa el tiempo. Le escapamos al corazón. Volvemos a llorar porque nacemos de nuevo con cada ausencia. Todo parece imposible de resolver. Todo. Y lo único que necesitamos para hacer que el mundo funcione, es amor. Que nace a la fuerza, no porque querramos... y así es el círculo que nos mantiene vivos.
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