Formas. Un brazo que se dobla de repente. Un pie que estira su punta suave. Una postura. Una disciplina. Una estructura. Un deber. Y de golpe el disfrute de la desprolijidad en perfección técnica. El goce. El placer. El sexo de lo clásico indefinido. La cabeza que razona. El cuerpo que siente. Los pies descalzos que asaltan el suelo. El vientre en movimiento, amante furtivo de la respiración controlada. Un rodete que se desarma. La libertad del pelo. Una zapatilla de punta que pide presencia. Una rodilla en línea con los pies paralelos y un brazo que simula un cisne. Un cuello que define un arabesque. Una cintura que se quiebra dando un golpe. Un ritmo a destiempo. Y manos. Y caras. Y ojos que miran. Y risa espontánea. Y la definición de una pirueta. Y un suelo que llama. Y luego la seriedad. Una batalla entre las pasiones y las broncas. Catarsis de lo cotidiano. Una melodía interna. Lo clásico. La ruptura. El jazz. La fusión. Un romance que comienza. La vida. Bailar.
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