domingo, 20 de marzo de 2011

Reventar

“Tenés treinta y pico y todavía creés. No está mal, pero sería bueno que al menos intentes darte cuenta de que no todas las cosas salen de la manera que lo imaginás. Desde hace algunos meses estás intentando recibirte de licenciada en comunicación, te falta la tesina, pero ya ves, cualquier excusa es buena para no escribir. Estás enojada, no querés ni siquiera ir a terapia. Harta de tu trabajo, de la gente en general, de vos. Dejate de joder. En qué creés? En los sueños. Siempre la misma respuesta. Creés que se puede cambiar el mundo, que las personas son buenas y que el cuentito de los setenta todavía existe. No está mal, te vuelvo a repetir, pero un poco de realismo. Sos una mujer, tenés un marido que te banca en todas, qué más querés? Ahora tenés que ser madre, y recibirte. Ya está, no podés pedirle nada más a la vida”.
No importa con quién, ni cómo ni cuándo, pero me hubiera encantado continuar con la discusión aquel día. Busco trascenderme y no caer en la finitud de mujerconhijoymaridofelizparasiempre. Así de llano no.
Trascender es la lucha diaria, pelear todas mis mañanas con quien sea para salvaguardar un poco más el lugar de quien venga detrás de mí. Tener hijos, sí, pero sin detener mi mundo. Seguir estudiando eternamente, hasta el último día de mi vida. Aprender. Jugar. No abandonar nunca más mis clases de danza clásica, cuyos efectos me liberan de las caretas y me dejan ser, una hora y media, con la frecuencia de dos veces por semana, lo que en verdad soy: arte en movimiento. No lo saben muchos, igual no me importa. Creer en la pasión que me conduce, en mis sueños, en mis ganas de hacer. Creer en el cuentito que tanta bronca te da a vos como a muchos, en la revancha de aquellos años, en la continuidad de la disputa pudiendo ver los errores cometidos, e intentando llevar a cabo una revolución desde otro lugar. Una revolución visceral, desde las entrañas, donde me juegue la vida por un mundo mejor. Te vas a dar cuenta del cambio una vez realizado. De a poco, sutilmente. No estoy sola, y eso me hace grande. Y vos vas a mirarme de costado, por fuera de la película, sintiéndote claramente en el banco de suplentes por no actuar.
Así estoy. Hablando de vos frente al espejo del baño. La próxima vez te lo digo en la cara. Me lo juro.

5 comentarios:

Mila Mola dijo...

Bueno,uno a veces tarda en combinar pasiones, algunos mas otros menos, pero con un titulo de licenciada no alcanza para ser felíz, lo dice una con conocimiento de causa. Tener el titulo de esposa no alcanza, tener el título de madre no alcanza, ninguno sin el complemento de los otros.
Luchar por el final de una historia feliz para La Historia que recogeran nuestros hijos, eso mas los otros títulos capaz alcanza y porque no ir por mas....

Doxificadora dijo...

No se conforme, que de conformistas está sembrado el camino al hades. Y a las creencias, a acompañarlas. Con acciones, cotidianas, de cabotaje, que son las únicas posibles y contagian.

Anónimo dijo...

No soy licenciada y nunca lo busque. Nunca sentí que la academia podía darme alguna realización, ni mucho menos hacerme feliz. Estoy casada con un tipo que me banca pero no creo que nada sea para siempre. Desee ser madre y con mucho esfuerzo lo conseguí, mi hijo me hace feliz, me hace reír y me hace mejor persona. Con él aprendí que un hijo puede ser parte de tu vida y no toda tu vida. También descubrí una forma diferente de amor incondicional. La maternidad es un derecho, no una imposición. Sigo militando, sigo luchando por la revolución social. Sigo persiguiendo mis sueños y siempre, siempre pido más aunque a veces cueste. El límite es una misma.
saludos, Zula

Lei Orsaria dijo...

Muchísimas gracias gente. Hermosos comentarios!

Danilo Gatti dijo...

No hay nada mas sincero, justo y verdadero que jurarse las cosas a uno mismo