"Tatuate como yo, sino voy a ser la única desviada!!! las chicas se las hicieron para allá y yo las tengo así" me dijo. Y obviamente, me tatué las palomas para el mismo lado que las tiene ella. Somos cinco, distintas mujeres, generaciones y gustos. Disímiles a la hora de opinar sobre temas sociales, políticos y hasta de religión. Amigas. Somos hermanas de corazón.
Las palomas que nos tatuamos en el brazo somos nosotras mismas, dos eligieron que vuelen hacia una dirección, otras dos en dirección opuesta y una no quiso tatuarse. Y nos amamos igual.
Mi coincidencia con Alejandra sobre para donde volamos no es casual. Tenía que suceder así. Ella baila con su risa, sus ojos y su forma de encarar la vida. Baila, sí, es bailarina de alma. Tiene los pies perfectamente deformados como yo, y los brazos largos y finitos, que parecen no tener fuerzas pero que cargaron dos hijos maravillosos hasta vaya a saber cuándo. Baila cuando habla, cuando hace alguna maldad y cuando trabaja. Baila cuando ama, se enoja, llora o canta. Baila mientras camina, duerme o abraza. Porque bailar es pasión, y ella es parte de esa fórmula indescriptible. La miro y me veo mientras intento distinguirme de sus pasiones, porque nos moviliza el arte de la misma manera. Nos puede. Nos subvierte. Nos brota. Nos mata y nos vive.
El día que decidí tatuar mis pájaros para el mismo lado del vuelo que ella había elegido, sabía por qué lo hacía. Somos las reventaditas del grupo, las forras, las inquietas, las traviesas, las infantiles (vos más), las creativas. Aunque las otras tres nos están alcanzando en el nivel de maldad, somos las que vuelan al revés. O al derecho, depende de cómo nos miren.
Cómo no iba a tatuarme igual que vos? Imposible negarme.
Te adoro amiga bailarina de momentos inolvidables. Siempre voy a estar. No tengas dudas de eso. SIEMPRE.
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