Dia
de miércoles no tan de miércoles para mi. Hoy tuve mi primer encuentro
cercano con la institución que elegimos para Lisandro. Mejor dicho, con
las maestras: Nadia y Luna, así se llaman. Nadia tiene un look muy
Silvita Suller en sus comienzos, con pelo algo más corto y sin silicona,
es medio cheta o aparenta serlo, tiene nariz puntuda y ojos color
marrón. Amable, muy seria al hablar, y casi con un tono de voz de pito
que imagino si lo eleva es capaz de romper cualquier copa de cristal sin
esfuerzo. También imagino que más de un hombre que esté leyendo esto la querría conocer ahora mismo.
Luna es hija de artesanos del Bolsón, fija. Seguro que
en una noche de faso eligieron el nombre entre tres que tenían en la
mira: Montaña, Nube o Luna. Y quedó el último porque como había luna
llena la re flashearon con que tenía cara y les sonreía... bueno, capaz
que mi imaginación es muy zarpada, pero lo cierto es que Luna tiene una
onda más relajada. Con babuchas hindúes y un aro en la nariz, nos
resultó más acorde a nosotros.
La cita comenzó en la sala de uno.
Entramos, nos hicieron sentar en las sillas de los nenes y sacaron
un cuaderno para anotar la rutina del chino. Entre el botón del jean
que en ese banquito se me metía obligadamente más para adentro y la
verborragia de mi compañero, lo único que quería era levantarme y hacer
pis. Si. Mear. La cuestión es que me aguanté bastante bien toda la
reunión a pesar de los nervios.
Durante las anotaciones surgieron algunas preguntas que nos fueron haciendo y para mi sorpresa, comenzó a resultarme tediosa la
exageración de mi compañero con respecto a las proezas del pequeño.
Entonces, como para no perder la costumbre, salí al cruce. "Pesa unos
15/16 kg y calza 45", dijo el padre de la criatura. "No querido,
disculpen, desvirtúa un poco lo que es el nene... debe pesar 12 kg, no
más". Entre idas y venidas hicimos de la reunión una terapia de pareja y
la competencia era ver quién lo conocía más al pibe. Cuando relajamos,
la voz de mi compañero arremetió con un "no le tiene miedo a nada. O
sea, el chabon se manda de una, entendés?". Ajá. El chabón. Eso se le sumó a mi
contundente "baila todo el tiempo, le canto todo el día, actuamos,
hacemos que lloramos y reímos a la vez"... lo cual parecía que la rutina
de nuestro querido Lisandro era una comedia musical o bien que el
chiquito estaba por ganarse el Oscar al mejor actor en la película de nuestras vidas. Teníamos un hijo prodigio. Se nos cagaron de risa en la cara,
claro está. E hicieron bien.
En fin, no estuvo tan mal el primer
acercamiento. Nos fuimos de ahí a tomar un café, sorprendidos por
nuestro rol de padres, admirados por nuestro hijo... y asaltados por la
actitud que nunca pensamos asumir así: la de papi y mami en un jardín de
infantes. Nada más triste y tierno a la vez.
Ahora tengo conmigo
una lista interminable de materiales para el martes que arranca el ciclo
lectivo entre los que se encuentran un delantal, un pintorcito, una
caja forrada de color amarillo con sus pertenencias y un almohadon
"objeto de transición" que irá de casa al jardín y del jardín a casa.
Comienza una nueva etapa para los tres. Espero no hablar en diminutivo
todo el tiempo. Gran desafío gran... y yo encima que le digo pajarito.