sábado, 30 de abril de 2016

Prestar sueños

Hace algunos días tuve que salir a hacer mandados con la máscara del Increíble Hulk puesta. Lisandro me pidió que le pusiera el disfraz de Iron Man, y yo debí salir de superhéroe también para "salvar el mundo", según sus palabras.

Con un poco de vergüenza accedí. Entre saltos y caminatas por la plaza de Devoto hasta llegar a los comercios en los que teníamos que comprar, descubrí que la gente nos miraba entre sorprendida y con ternura.

Jugar es lo más auténtico que existe en el mundo. Es lo verdadero. Jugar a ser algo que no somos de manera consciente es lo más real, porque si te ponés a pensar, te la pasás jugando en la vida a ser lo que no sos de forma inconsciente. Y eso aliena, enferma. Mata. Jugas a que te gusta trabajar de lo que no te gusta, que te gusta la plata, que te gusta escalar para tener un cargo jerárquico, que te llena de felicidad el vacío de una compra. Jugás a ser parte de un sistema enfermo y te sentís sano cuando no tenés deudas. Jugás a la responsabilidad de no robarle nada a nadie cuando el principal ladrón de la sonrisa de un pibe sos vos con tu hiper cuota de madurez pelotuda al decir "sos grande ya para hacer esto..."

Cobijada en el disfraz de Hulk, le confesé a Lisandro que muchas veces tenía sueños feos a la noche. Y el pequeño Iron, en un rapto de cordura atroz de esos que me dejan muda, me contestó: "mami, ahora no estoy jugando. Si soñás feo te presto mis sueños".

Carajo. Nunca nadie me dijo algo más hermoso. Nunca nadie me prestó un sueño. Es el gesto de amor más noble que recibí.

Intentemos prestar sueños a quienes dejaron de soñar. Y juguemos más. Seguro que no nos haremos millonarios pero al menos sí vamos a ser más felices.