Cuando me preguntás por qué Lisandro no tiene hermanos por lo general me enojo pero no lo expreso. Me gustaría explicarte que con su papá ideamos un proyecto de familia que no pudimos o no supimos llevar adelante. Y que el dolor que nos causó reconocer esa imposibilidad lo cargaremos de por vida, cada uno a su manera, más allá de las relaciones que lleguen para salvarnos el corazón. Tener hermanos no implica únicamente un lazo de sangre. Y ser hijo único no es una maldición. Pero luego te miro y entiendo que no vale la pena ahondar en palabras.
Cuando me preguntás cuándo le voy a dar un hermanito a Lisandro también me enojo. Porque es algo muy mío, y porque transitar la maternidad a mi no me resulta fácil. No disfruté de mi posparto, tampoco demasiado de la lactancia, y así como siento que no nací para ser ama de casa y vivir para mi hijo, tampoco siento que haya nacido para ser madre. Te choca? bueno, es lo que tengo para decir y no pienso extenderme sobre el tema, mucho menos profundizar sobre el amor que siento por mi hijo que seguramente tu cabecita no puede entender. No volvería a tener un bebé. No quiero. Me siento libre ahora después de muchos años, principalmente de mí. Y quiero disfrutarme. Si, egoísta, como quieras llamarlo, pero soy feliz. Vos?
Está bien, debo reconocer que tengo una hermana que es mi debilidad. Por ella conocí la locura, las risas, las decisiones firmes y las travesuras desmedidas. De ella aprendí a caminar hasta encontrar a la que soy. Con ella conocí la complicidad. Pero la decisión de tenerla no fue mía, fue de mis viejos. Yo elegí otra cosa además de disfrutarla. Elegí amigos que ofician de hermanos. Amigos que no me sueltan más allá de mis histerias. Que me alientan, me retan y me desafían. Que me siguen y me frenan a la vez. Que me apuntalan, me estudian, me cuidan, me soportan y me conducen sin escalas a la felicidad de momentos irrepetibles. Que me pelean y me abrazan. Que me quieren como soy, sin preguntas y mucho menos consejos innecesarios. Sin tabúes, respetando mis impulsos, mis broncas y puteadas inconmensurables. Amando cada logro de mi hijo como si fuera el suyo. Pariendo conmigo. Llorando a mi lado. Sintiendo lo que siento a cada instante aún en la distancia. Acariciando mis asperezas. Lavando mis heridas. Cobijándome cuando me hago un ovillito y extraño a mi mamá.
Si me volvés a preguntar por la llegada de un hermano para Lisandro, lo único que te voy a decir es que estoy haciendo los deberes para que él tenga los mejores amigos del mundo. Para que elija sus hermanos de la vida. Estoy deslomándome para que valore tener personas leales a su lado, y que aprenda a defender lo que ama. Te voy a contar que para lo único que hago el amor es para gozar, y que deberías implementarlo en algún tiempo libre. Y por supuesto, también te va a quedar claro que no debés romperme más las pelotas con tus idioteces estructuradas de familia occidental.