sábado, 19 de octubre de 2013

Leyenda de una panza viva

Al principio no entendía nada. No sabía qué decir frente a tanta felicitación de gente que casi no conocía. No se emocionaba con demasiadas cosas. Se miraba al espejo y se veía igual que siempre. Corría colectivos. Llegaba tarde y se angustiaba como si nada más importara. Se preocupaba por cuestiones de laburo. Puteaba contra los que hablaban mal de su equipo de futbol. Cantaba bajo la ducha y estaba horas pintándose las pestañas. Bailaba. Pintaba. Sentía tristeza por la gente que ya no tenía a su lado. Su rutina estaba organizada en función de las prioridades que ella había acomodado a su antojo. 
Todos los días de su vida se levantaba y tomaba mate con tostadas. Todos los días, hasta que uno en especial no pudo. Terminó de bañarse e intentó abrocharse el jean pero no lo logró. Se agachó para subirse el cierre de las botas y le resultó tan incómodo que decidió levantar las piernas, con dificultad, para poder hacerlo. Decidió probar con un café con leche para desayunar algo y las nauseas se encargaron de arruinar el intento. Cambió el jean por un pantalón dos talles más grandes y se fue a trabajar, a pesar del ayuno involuntario.
Cuentan los que saben que aquel día no corrió colectivos, caminó despacio y respiró hondo. Que se dejó invadir por la emoción y sentada en un banco de una plaza antes de llegar a la parada destino, cerró los ojos y comenzó a escucharse. Dicen que desde su panza brotaban sonidos extraños. Sólo ella los escuchaba. El volumen de su vientre había empezado a tener forma de ciruela, era gracioso verla. Flaca y con una ciruela en el medio. Una ciruela que respiraba, tenía hipo y crecía de a poco. Ese día entendió las felicitaciones exageradas. Y en un momento se la oyó decir “gracias por hacerme única”. 
La vieron levantarse del banco y tomarse el colectivo con una panza a cuestas, cada vez más grande. Varios testigos aseguraron verla rodeada de luz y con dos corazones en su cuerpo. 
Yo la vi mamá, así de simple. La vi nacer un 6 de enero con 32 años. Nació de grande, un milagro, y aún la estamos buscando porque desde que nació se perdió en los ojos de su bebé y fue plenamente feliz.
Si la ven, díganle que vuelva. Hay mucho por bailar todavía.



lunes, 7 de octubre de 2013

Entretiempos

A Andrea


Mientras caminaba trataba de ordenar la secuencia de hechos que desde hacía un tiempo la sorprendían más de la cuenta. Los meses no se sucedían para ella, se confundían en un acervo de situaciones que perturbaban el orden cronológico habitual. Entonces hoy por ejemplo no era hoy, era un fin de año donde el balance le ganaba de mano a cualquier lógica y mañana dejaba de ser primero de Enero para recuperar la pereza de la rutina. Desorden. Eso respiraba. Desorden temporal. Alteraciones emocionales. Vivencias impensadas. Noticias sorpresivas. Todo era nuevo y viejo a la vez. 
Intentó recordar desde cuándo vivía en este desorden y pudo orientar el comienzo en un hecho puntual: la enfermedad de su amiga. Desde hacía diez meses en más de una oportunidad sintió que había celebrado un fin de año sin celebrar. Había cerrado algunos pendientes. Se deshizo de cosas que guardó durante años sinsentido. Intentó perdonar a quienes nunca pudo. Se reencontró con sus sueños. Se amigó con su imagen. Tomó lecciones de manejo y volvió a leer libros. Conoció a la gente que tenía a su alrededor. Descartó personas. Sobreprotegió a los amigos. Se desilusionó. Se volvió a ilusionar. Aprendió.
Caminaba entonces intentando alcanzar el silencio imposible de lograr en una cabeza desbordada de ruidos. “Hoy es un día muy especial” leía en un mensaje de texto de su amiga. La última sesión de rayos. Otro fin de año. Otro balance. En ese instante comenzó a llorar. Una vez más, el tiempo se le había desordenado por completo.
Aquella tarde se comunicó con ella para charlar sobre la grata noticia del fin del tratamiento. “Cuando vuelvas al trabajo no pienses tanto en el laburo en sí. Observa a tu alrededor… la gente esta cambiada. Ojo, la vas a pasar genial, pero nuestras amigas están viviendo la vida de una manera súper especial, como que lo tuyo detono un montón de cosas. Es difícil de explicar; el cáncer fue un shock para nosotras y cada una a su manera decidió mandar al carajo todo lo que no le gustaba, una cosa así. Cuando vayas acordate de esto y observalas, escucha los comentarios, empezá a verlas, todo se vive al máximo. Como que se diluyen los minutos con más minutos para que cada una se atreva a hacer lo que no nos dejó durante años nuestro inconsciente” le dijo en medio de la alegría.
En ese momento ambas quedaron en silencio. Vaya a uno a saber si estaban pidiendo deseos o estaban haciendo un nuevo balance de lo vivido. Lo cierto es que un fin de año más estaba aconteciendo. Nada detendría la sucesión perfecta de hechos que se pisaban los talones para pelear más intensidad. Un fin de año antes de fin de año. Uno más de tantos. Un nacimiento sin embarazo. Una nueva vida para ambas. De eso se trataba el desorden entonces. De aprender a quererlo. De empezar a vivir.